ir arriba

04 junio 2013

El brote de la magia

Cuando la magia brota de la inspiración, del momento o incluso del deseo de plasmar un arte, hace que quien la perciba vibre de tal modo, que no tiene cabida nada sin igual en ese instante. Que empape sus sentidos con esa sensación que es difícil desprenderse de ella. Eso es lo que ocurre cada vez que Sánchez Puerto coge el capote o la muleta, que el toreo se dibuja en magia. Se recrea la vista ante un espectáculo único. Un goce para los sentidos. El disfrutar de algo único.
Debe ser que ese día se conjugaron todos los astros y desde por la mañana fueron repartiendo los momentos de inspiración para los toreros. No todos tienen el don y la cualidad necesaria para poder inspirarse de la manera que lo hizo Antonio Sánchez Puerto en la finca Los Rodeos. Al igual que horas más tarde lo hiciera Morante en el coso de Los Califas, parece ser que la zona de Córdoba congrega esa magia.
La magia como lo define la RAE es el encanto, hechizo o atractivo de alguien o algo. Ese hechizo lo produjo con su profundidad, con su cadencia y con su torería Sánchez Puerto. No era en una plaza donde contaban las orejas, ni tampoco un tentadero en el que el silencio se mezcla con el aire y la respiración acelerada de tanto el animal como del torero. Esa respiración que se conjuga con la adrenalina que produce el no saber si el peligro traspasará esa línea que el miedo a veces intenta retener y que otras se hace tan visible que es inevitable el percance. Pero no estamos hablando de tragedia, sino de magia, de pureza y de sentimiento. En resumidas cuentas de arte. De un toreo añejo que cada año que pasa se vuelve más exquisito, y con mucho más regusto. Y repito que no fue en una plaza de primera, donde sin lugar a dudas todo el respetable hubiera sacado su pañuelo al unísono, puesto que Antonio Sánchez Puerto es un torero de esos que ponen de acuerdo a todo el mundo, porque su toreo habla con mayúsculas, con una propiedad que a más de uno le gustaría poseer. Y claro cuando uno está cansado de ver un toreo adocenado, donde todos torean igual, disfruta aún más si cabe al contemplar un toreo de esta magnitud. Y no es exageración o paisanaje. Es la pureza hecha realidad.
Bien es cierto que Sánchez Puerto no figura en el escalafón, una pena, puesto es un torero muy válido para competir con cualquiera que se precie. La veteranía es un grado, un alto grado que le imprime respeto y más responsabilidad. Un grado que asume con gusto. Puesto que nunca he visto que Antonio no disfrute de su profesión. Es más, diría que lo hace como el primer día, con la vítola de torero veterano, y no por ello con menos clase que otros. Todo lo contrario, de un gusto muy refinado y exquisito. Vamos para los paladares más exigentes. Y en esto del toreo hay muchos aficionados que exigen a los toreros. Y exigen por que saben que pueden dar mucho más. Aunque a veces no lleguemos a comprender por qué no lo han hecho. Pero los artistas son así. Hay que respetar su momento, su inspiración y dejar que creen esa obra mágica que muy pocos tienen el don de plasmar en un albero, ya sea en una plaza importante o en un tentadero público como el fue el caso de Sánchez Puerto.
Ese día la Asociación Cultural Antonio Sánchez Puerto organizó este tentadero público. Tres autocares se desplazaron desde Cabezarrubias del Puerto hasta Azuel-Conquista, concretamente en la finca Los Rodeos propiedad del ganadero Antonio Torres. Allí se tentaron dos hembras y un eral. A cual más bella la faena. Tres faenas para guardar en la retina. Y como Antonio es tan generoso y el ganado salío embistiendo desde el primer momento no dudó en dejar que los allí presentes disfrutarán también toreando. Allí se encontraba José Ignacio de la Serna y el mozo de espadas y presidente de la peña, José Luis Fernández. Al igual que otros muchos aficionados que quisieron ponerse delante.