14 junio 2007

“Para romperse con un toro hay que hacer el toreo de verdad”

Nuevo cambio en el rumbo de la vida de Luis Miguel Vázquez. El invierno se lo ha pasado en Sevilla, donde se ha preparado duro junto a otros toreros. La madurez le ha hecho ver que no sólo el cortar orejas sirve para ser alguien dentro del mundo del toro. Torear como él siente es su objetivo.

aun día de vestirse con el traje campero y a dos con el traje de luces, Luis Miguel Vázquez nos concede una entrevista, donde habla con sinceridad y profundidad de su forma de torear y lo que ha hecho que los aficionados se fijen en su tauromaquía. Lleno de ilusiones afronta esta nueva temporada donde espera conseguir todas las metas que se ha marcado. Entre ellas poder pisar alguna plaza de primera, como puede ser Las Ventas.

—Nueva temporada, nuevas ilusiones ¿cómo la afronta?
—Casi en el enunciado de la pregunta ya lo has dicho tú: con mucha ilusión. Es una temporada con muchos cambios para mí. El cambio de apoderado, que ha sido el más importante. También la afronto con cierta madurez. Depués de tres temporadas como matador de toros casi que tengo más claro cuales son mis objetivos y luchar por ellos.
—¿Cuáles son esos objetivos?
—Quizás en estos años me he dado cuenta de que a lo mejor las orejas no son lo más importante. Sino que lo más importantes es madurar como torero. También he comprobado que los éxitos más grandes han sido cuando he cuajado toros a mi manera, sin dejarme llevar por otro tipo de toreo que no es el que va conmigo. Siempre que lo permite. Mi mayor triunfo ha sido cuando me he roto con un toro y le he podido bajar la mano. También ha sido cuando los aficionados más han disfrutado con mi toreo. Entonces mi objetivo es basar un poco lo que son mis actuaciones en ese tipo de toreo y no tratar de salirme de esa línea.
—Esta semana sus aficionados le van a ver dos tardes seguidas, ¿van a ver ese toreo que me ha comentado anteriormente?
—Sí, lo voy a intentar. Era mi intención en Torralba y por circunstancias no lo pude realizar. Ojalá haya algún toro que me deje hacerlo y pueda torear como a mí me gusta.
—Haciendo balance de la temporada pasada, ¿qué destacaría?
—La temporada pasada fue buena, no fue buena en cantidad de festejos pero sí fue buena en cuanto al resultado. Porque la tarde de Ciudad Real fue una tarde importante. La de Manzanares también. En Daimiel cuajé dos tardes muy importantes. En general fue una buena temporada. Toreé muy poco. Fueron ocho corridas. Quizás en la tarde más importante, en la de la confirmación, fue la que peor rodaron las cosas. Eso también condicionó un poco la temporada. Pero con el resto de corridas me encontré muy bien. Volví un poco a lo que había sido yo siempre.
—Y a lo que el aficionado ha ido viendo a lo largo de su trayectoria.
—Pues sí. Además hubo una época en la que se me cantó tanto y no sé por qué circunstancia. Una época que me embistieron los toros. Además soy una persona que trato de ponerle alma a las cosas. Pues cuando te sales de lo que no es lo tuyo pues no estoy a gusto. Aparte que eso lo percibe el público.
—Tal vez le perjudicó el que en aquel momento lo subieran tanto.
—No, porque si lo piensas no me subieron tanto. Si no que fue una época en la que arrastré a mucho público y los empresarios se aprovecharon de eso. Pero realmente yo seguía cortando las orejas. No es que me perjudicase, si no que me perjudicó el hecho de que se aprovecharán de mí en ese momento. También me sirvió para madurar y coger oficio delante de la cara del toro.
—El hecho de que le televisarán tantas tardes pudo ser más perjudicial que beneficioso.
—Sí, eso sí pudo ser más perjudicial. La televisión tiene esa doble moneda. Además fueron muchas televisadas y muchas consecutivas, aunque cortaba las orejas no había pie a que se viese una evolución. Como eran tan consecutivas pues a lo mejor la evolución se notaba menos.
—¿Qué tarde le ha hecho sentirse más satisfecho?
—Creo que vi un poco el hueco en la tarde del Conde de la Corte. Que fue cuando pude y empecé a poner un poco a la gente de acuerdo. Luego también el rabo de Daimiel que fue un día muy bonito. El indulto de Villarrubia, porque era la primera vez que indultaba un toro. Si repasamos las del año pasado, la tarde de Manzanares y la faena de Ciudad Real, que fue una faena que me rompí mucho con un toro, me abandoné.
—Cuándo un torero se rompe tanto, si lo hace en la primera faena, para la segunda le quedan fuerzas para repetir esa misma experiencia, o es tal el agotamiento tanto físico como psíquico que no se concibe el toreo de la misma.
—Creo que no es tanto el agotamiento físico, si no un poco el agotamiento mental. Cuando uno tiene la sensación que casi ha llegado al cénit y de que se ha roto y abandonado con un toro, volver a hacerlo en el mismo día pues es complicado. Pero vamos independientemente de eso, si el segundo toro sale embistiendo, yo sí sería capaz de hacerlo. De hecho alguna vez lo he hecho.
—¿Qué mejoraría en su forma de torear?
—Eso ya no depende mucho de mí. Lo que a mí me gustaría es coger mucho más oficio del que tengo, para poder solucionar papeletas como el segundo toro de Ciudad Real, que no es que estuviera mal con él. Pero con un poco más de oficio a lo mejor le podía haber cortado una oreja.
—Terminó la temporada con Gómez Bejarano y la comienza con El Jocho, ¿qué es lo que le hizo elegir a este apoderado?
—A la hora de entablar distintas conversaciones con varios apoderados pues creo que Jocho fue el que mejor entendió mis pretensiones y el que más me ilusionó.
—La preparación física de un torero es fundamental para estar delante de la cara del toro, ¿cómo es la suya?
—A diario salgo a andar como alrededor de dos horas. Después me pego una carrera de media hora para continuar toreando de salón durante otra hora. Por la tarde hago otra hora de gimnasio, de ejercicio aeróbico. Me gusta nadar y suelo hacerlo durante media hora y termino con toreo de salón.
—Por lo que veo todo el día dedicado a su profesión.
—Sí, salvo algunos días que toreo alguna vaca, que también me gusta.
—La alimentación también la cuidará, ¿cómo es la suya?
—Pues la verdad es que no la he cuidado nunca pero procuro hacer una alimentación sana pero sin privarme de nada.
—¿Cree que todavía hay un Luis Miguel Vázquez por descubrir?
—Sí, claro. De hecho hay veces que incluso yo mismo hago cosas en el campo que me sorprendo. Me pongo retos y cuando los supero hasta yo me sorprendo. El día que esas cosas las pueda hacer a un toro en una plaza importante, creo que será el momento en que termine de encumbrarme definitivamente.
—¿Es usted creyente?
—Sí, por supuesto.
—¿Cree que hay un Dios que está pendiente de ustedes para echarles un capote en un momento dado?
—Creo que sí. Además en mi caso particular con más razones aún. Porque he tenido tardes fuertes y porrazos muy grandes, aunque me han partido practicamente todos los huesos del cuerpo, aún no tengo ninguna herida profunda de asta de toro. Tengo pequeño puntazos y cornadas chicas, pero grandes no. Creo que eso pues va también mucho en función de la suerte, o que haya algo o alguien arriba que me eche una mano.
—¿Cúal es su máximo sueño en el toreo?
—Llegar a lo más alto. Sé que es difícil y muy complicado. Es casi una utopía pero bueno ese es mi sueño.Creo que más difícil era cuando empecé. Maté el primer becerro en el año 95 y lo veía muy lejos. Ahora después de casi 12 años lo veo más próximo.
—¿Qué siente cada vez que se enfunda el traje de luces?
—Pues son sensaciones un poco extrañas. Yo casi diría que una vez que comienzo a vestirme es cuando empiezo a relajarme. Los ratos antes es cuando estoy más nervioso. Cuando empiezo a vestirme siento una relajación interna muy grande. Consciente de lo que me toca vivir. Y deseando que salga el toro en muchas ocasiones.
—¿Es de los toreros que se transforman a la hora de vestirse de luces?
—Sí totalmente. Cuando me visto e incluso diría, la gente que me conoce, la más cercana, que los días antes de la corrida me transformo. Me vuelvo insoportable, irascible. Pero ya te digo, una vez que me pongo el vestido todo eso cambia, me relajo mucho más.
—El rito de vestirse de torero es algo casi sagrado para los toreros, ¿cómo es ese momento para usted, que pensamientos le vienen?
—Me acuerdo de mi familia. Sobre todo se me vienen a la mente los momentos duros que he pasado hasta llegar a donde estoy. Que no he alcanzado lo que quiero como torero pero me ha costado mucho trabajo ser matador de toros y estar considerado en mi zona. No es una cosa fácil. Echo un poco la vista atrás.
—¿Qué sensación le produce el paso del tiempo?
—No te sabía decir. Realmente me produce madurez, me gustaría que me produjese madurez profesional pero no física, como desgraciadamente me la produce. Quieras que no tengo 26 años y ya voy siendo un hombre, con mentalidad de niño.
—¿Qué es lo que más detesta?
—La hipocresía en la gente. Como a mí me toca vivirla muchas veces de cerca, pues todavía la detesto mucho más.
—¿Cree que el toreo es verdad?
—Sí lo creo. Lo que hablábamos antes para romperse con un toro tienes que hacer todo de verdad y muy puro, si no nada. En el momento que se prostituye ésto no tiene ningún sentido, ni tiene valor lo que se hace en el ruedo.
—¿Qué es lo que más anhela?
—En primer lugar el estar incluido en las ferias importantes y luego después el triunfo. El día que pueda estar ahí pues triunfar.
—¿Para sobrevivir dentro del escalafón que es lo que haría falta?
—Mucha afición e ilusión. Creo que van unidas las dos.
—A pesar de los palos que se puedan sufrir en el camino hay que hacer como si no pasara nada.
—Como si no hubiera pasado nada no. Creo que hay que aprender de ello. Sin ser rencoroso con la gente y con las circunstancias del toreo, porque el toreo a veces es injusto. No el toreo sino el mundo que está alrededor. Cuantas veces has triunfado con fuerza en una plaza y al año siguiente no cuentan contigo. Como esas diez mil. Por eso lo que hay tratar es de aprender y no ser rencoroso con la gente. A lo mejor muchas veces pues hasta la misma gente que piensas que es la responsable de eso ha hecho lo posible y no ha tenido nada que ver. Lo que hablábamos antes de la hipocresía, que también hay mucha dentro de este mundillo.
—¿Es un torero romántico?
—Totalmente.
—Si no su concepto del toreo no se podría concebir.
—Yo creo que no.
—¿Qué es el temple y la hondura para usted?
—El temple es una virtud con la que algunos nacen. Lo que decía Pablo Lozano “la capacidad de al toro grande poderle y al flojo que no se caiga”. Es una virtud y es clave, es fundamental a la hora de manejar los trastos y que la faena llegue a calar fuerte. La hondura yo la ligo a la profundidad en los muletazos. En el que en un mismo muletazo te quepan tres o cuatro olés. Pero lo mismo, no porque sea largo el muletazo sino porque sea profundo. En definitiva el romperse con un toro.
—¿Cuándo escucha esos olés que siente?
—Siento emoción. Pero cuando más emoción siento es cuando escucho el olé distinto, el que sueltan los aficionados o el bien. Me llega más. Como que es el reconocimiento de alguien que sabe de lo que va esto.
—¿Cómo es la relación entre el toro y usted?
—Pues tiene que ser buena siempre. Teniendo en cuenta que es un animal que te puede dar lo más grande en esta vida. Tiene que ser buena. Uno no tiene nada más que querer al toro, aunque luego su destino es el de morir en la plaza.
—¿Ha sentido usted alguna vez esa mirada del toro que le ha suplicado que no lo mate?
—Pues sí me ha pasado. Es un momento desagradable pero es el destino. Hay que aprender a vivir con ello. Bueno a la vez si tu no quisieras matar a ese toro, también si no lo matas no viene el triunfo. Incluso hasta el mismo triunfo para el toro. Quizás es lo más duro de esta profesión. Cuando un toro has creído que ha tenido condiciones para perdonarle la vida o ha tenido tanta nobleza que le hubieses perdonado la vida, pues desgraciadamente tú no lo puedes hacer.
—¿Hay que tener ambición en el mundo del toro?
—Creo que sí hay que tener ambición. Tal vez en ocasiones a mí me ha hecho falta un poco más de ambición. Y es necesario. Aunque no vaya conmigo hay que tener ambiciones, ya no sólo personales sino también económicas. Ya te digo no van mucho conmigo pero es otro aliciente más. Que te hace alguna vez algunas barreras saltarlas.
—Y por último, ¿qué es lo que desea esta temporada?
—A mí me gustaría torear un número importante de corridas y tener la ocasión de pisar plazas importantes. Creo que hasta lo puedo conseguir aún a estas alturas de la temporada. En primer lugar lo que más pediría es que me colocasen en Madrid en una corrida que medio sirva. Para poder demostrar y poder cortar orejas. O no cortar orejas y sí poder cuajar un toro. Para que la gente vea lo que puedo llegar a ser capaz.

—Romántico—
Luis Miguel vázquez es un torero romántico. Así es como se concibe su concepto del toreo

—Olé—
cuando escucha el olé distinto, el que sueltan los aficionados, le llega más

—La mirada del toro—
Muchas veces el toro con la nobleza que ha tenido le ha suplicado que no lo mate

—Relajación—
al vestirse de torero empieza su relajación porque sabe lo que le espera

—Recuerdos—
En los momentos más íntimos se acuerda de su familia y de los momentos difíciles

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