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15 febrero 2008

El corte de coleta de Barragán eclipsó el triunfo de Palacios

En la quinta corrida del Certamen Puerta Grande hubo sorpresa al final. Abraham Barragán se arrancó la coleta y decidió terminar una etapa en su vida. Ese acto eclipso de alguna manera la salida a hombros de Andrés Palacios.

Quinta corrida del Certamen Puerta Grande en la que se pudo vivir el lado amargo y el lado dulce. Lo amargo vino a cargo de Abraham Barragán que al final del sexto toro quiso poner fin a su etapa como matador de toros, cortándose la coleta y mostrándosela al público asistente. Y el lado dulce se vivió en la salida a hombros de Andrés Palacios. La cara y cruz de los toros en una misma tarde.
Abraham Barragán tras su actuación ante los dos ejemplares de Javier Molina se cortó la coleta. Está claro que el primero no le dio opciones para practicar el toreo. Pero el cuarto tuvo embestidas serias que no supo meterse con él. Dejó pasar la oportunidad.

Buena estocada de Palacios
El otro protagonista de la tarde fue Andrés Palacios que dejó constancia de su toreo de empaque. A su primero lo recibió estirándose a la verónica, meciendo los lances rematando su saludo con una revolera.
Buen comienzo con la franela, con pies juntos le dio unos estatuarios. Las mejores tandas llegaron por el pitón derecho, donde el toro de gran calidad y bravura se dejó más. Gran plasticidad en las tandas finales, rubricando su faena con media estocada.
El quinto no fue tan bueno como el dicho. Con el capote no pudo dibujar verónicas de ensueño. Y con la muleta estuvo alternando las tandas por un pitón y por otro. Pincho para después dejar la mejor estocada que se dio en toda la tarde.
Dos veces se fue hasta la puerta de chiqueros José María Lázaro. Con gran serenidad los recibió a porta gayola. En su primero hizo una combinación de lances, desde larga cambiada, verónicas, chicuelinas al paso y revolera. Con este ejemplar de Javier Molina le supo sacar provecho por el pitón derecho. Con el izquierdo fue nulo. Se vio un José María Lázaro entregado.
En el que cerraba plaza, con un manso de solemnidad estuvo estar ante la cara de su enemigo. El toro se quedó crudo, debería haber pasado por el caballo de picar en una segunda ocasión para acompasar sus embestidas.


Por Prado Dorado