Antes de ejecutar la suerte suprema, Luis Bolívar quiso dar una tanda al natural por la mano derecha. Como la espada le estorbaba la dejó clavada en el albero. Cuando hubo finalizado, acudió a recoger el estoque para entrar a matar. La espada entró a la primera y el público de Manzanares pidió las dos orejas que el presidente no dudó en concedérselas, convirtiéndose en el triunfador numérico de la tarde.
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