Quién se atreve a hablar del Maestro José Miguel Arroyo "Joselito", este gran torero madrileño, admirado por muchos de los buenos aficionados. Joselito ha sido un diestro muy serio y respetado por todos. Su tauromaquia ha marcado una época. De por sí ver a Joselito era un delirio, pero escucharlo lo es más aún, con esas cosas que tiene José. Hace unas horas he estado escuchando su prosa. He visto a un José relajado, donde la sonrisa era su sello. Cuando toreaba ver ese semblante tranquilo era algo complicado, pero en Almodóvar ha estado muy a gusto, tal vez porque ha visto que ha vuelto a colgar el cartel de no hay billetes. Y es que como bien dice la gente, José es diferente, y por ese motivo gusta tanto.
De esta noche de escucharlo hablar me quedo con muchas cosas, pero tal vez lo que más recordaré con el paso de los años sea una anécdota contada por el propio torero, su tarde de Bogotá donde no pudo realizar su toreo por estar pensando en Romeo y Julieta, película que acaba de ver antes de vestirse de torero y que le había hecho pensar en la tristeza del amor. Y como esta anécdota tendrá un montón, ya que Joselito ha sido un torero bohemio, de los que le gustaba soñar con los pies en el suelo, muy amante de su profesión y de lo que todo ello conlleva. Ahora en su faceta de ganadero, sigue profesando ese amor al toro y a todo cuanto le rodea.
José es diferente y por eso hay momentos en los que se le puede querer a rabiar y otros en los que se le pueda odiar por no realizar su tauromaquía, pero los toreros son así, seres especiales y entrañables, por eso son tan diferentes al resto de nosotros, y a la vez los admiramos y respetamos.
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