Morante de la Puebla ha escrito una de las páginas de oro del toreo en Las Ventas. Cautivó con la magia del capote a todos los aficionados que allí se dieron cita. Fue antológica su faena, rozando la perfección con el capote.
Pocas veces un torero cautiva a una plaza entera. Fueron casi 25.000 espectadores los que lo vivieron en directo, y otros miles, por la tele. Es indiscutible que este torero, nacido en Puebla del Río y de nombre José Antonio Morante Camacho, puso la piel de gallina a más de uno. En la retina de todos quedará impresa la faena que realizó el pasado jueves este diestro sevillano en la primera plaza del mundo.
El toreo de por sí es magia para quien lo sabe entender. No todas las tardes se perciben las mismas vibraciones. No todos los toreros son capaces de llegar al tendido y desplegar su tauromaquia. Pero cuando las cosas se hacen con pureza y con verdad todos los aficionados están de acuerdo. El toreo es arte. Un arte único que en las muñecas de un artista puede dibujar una bella obra en el albero de cualquier plaza.
En esta ocasión no estamos hablando de cualquier plaza. Nos referimos al coso de El Espíritu Santo. Ni más ni menos que de Las Ventas en el que una nueva página de oro se ha escrito. Morante de la Puebla bordó el toreo de capa. Muy pocos han podido ver torear así a un torero. Muchos recordarán al gran Rafael de Paula. Aunque lo de Morante ha sido diferente, en cuanto a la intensidad de cada capotazo, pura filigrana en el albero. Donde la magia y el duende se unieron para consagrar el toreo del de la Puebla.
La inspiración
Morante de la Puebla se vació en Madrid. Derramó todo el arte que llevaba consigo, se olvidó de su cuerpo para torear como los ángeles. Como aquella vez en Sevilla, cuando pocos sabían de su existencia y los cautivó con su toreo, siendo tan sólo un niño. Aquel niño se ha hecho hombre, y con él su tauromaquia, la cual ha convertido en pura orfebrería, obra del orfebre más puro sevillano.
Los astros se configuraron y las musas visitaron al sevillano para que la inspiración no se le fuera. Desde que salió el toro por chiqueros, y estamos hablando del cuarto de la tarde, fue tal su inspiración que volvió loco al respetable con ese halo de misterio que encierra su personalidad. Nunca sabes lo que va a surgir de las muñecas de Morante, pero tal y como está este año es muy posible que llegue a consagrarse en Figura del Toreo, y hablamos con palabras mayores.
Con el mentón hundido en el pecho recibió al de Juan Pedro Domecq, de nombre “Alboroto”, el toro no hizo gala de su nombre, pero para formarle un lío gordo tenía delante a un pedazo de artista: José Antonio Morante Camacho. Tres verónicas con su sello personal y una media de cartel de toros fueron el prólogo a una gran obra maestra.
Continuo su toreo de capa con un galleo por chicuelinas, en esta ocasión José Antonio no caminaba, sino que seguía con su magistral toreo. Realizó el quite correspondiente, de nuevo verónicas que dejaron ensimismadas a Las Ventas. Para posteriormente realizar un nuevo quite, en esta ocasión por chicuelinas. Como estaba el coso en esos instantes. Alborotado del todo. Era todo pureza lo realizado con el percal de Morante.
Como era previsible, el astado no aguantó en la faena muleteril, pero aún así hubo momentos de gran altura. Primero dos ayudados por alto, y una tanda por el pitón derecho donde el temple y la despaciosidad eran la clave. Por el izquierdo poco pudo hacer, pero lo que hizo de un gusto exquisito, alargando el natural. La pena ese pinchacito antes de dar la estocada. Aunque el público ya estaba tocada por la fibra de la magia del toreo de Morante y fue unánime en la petición de una sola oreja. No hacían falta más trofeos, con uno era suficiente, puesto que lo vivido no se podía olvidar. Ni lo olvidarán los aficionados, ni el propio torero que estalló de alegría y emoción. Una emoción que lo embriagó y las lágrimas brotaron de sus ojos para recorrer sus mejillas. Así recibió el trofeo. Las palabras no le salían a José Antonio, pero no hacían falta su expresión lo decía todo. Era todo un poema del verso más precioso el que se veía reflejado en su rostro.
José Antonio Morante de la Puebla dio todo un recital de plasticidad.
hoy tendremos la oportunidad de ver al único que este año, ha justificado sus repetidas tardes en las universidades del toreo...vaya fiascos los Cid, Talavante, Julis....y algunos otros, que ocupan las plazas de otros que deverían torear más, y que seguro todos tenemos en mente... Manolo
ResponderEliminarhe cambiado "deberían"...Manolo
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