27 octubre 2009

La afición, el pilar de la Fiesta

El diagnóstico de la Plaza de Toros de Ciudad Real pasó de pronóstico reservado antes de que diera comienzo la feria a evolucionar favorablemente tras los festejos. Ante carteles atractivos el aficionado respondió y acudió a la plaza.

La salud de las plazas de toros puede verse afectada en tiempo de crisis, aunque son muchas las que arrastraban heridas sin curar desde hace años. Tal vez en muchas localidades así haya sido, pero qué decir cabe que Ciudad Real no ha notado la crisis en tanta medida como otros cosos. La receta para curar a estos heridos es evidente, ante carteles atractivos el aficionado responde. No sólo en las corridas de a pie, sino también en las de rejones.
Ciudad Real se ha convertido, en 2009, en un claro referente de ciudad taurina. Este año no existieron las manifestaciones antitaurinas que se vivieron en 2008, donde intentaron, a toda costa, sabotear una fiesta que lleva siglos celebrándose en España.
Es cierto que los aficionados están sometidos en muchas ocasiones a la voluntad de ayuntamientos y empresarios, clara muestra de ello es Almadén. Una ciudad en la que siempre se disfrutó de una fiesta con un sabor especial. Icono del comienzo de la temporada en la provincia, con su tradicional corrida goyesca y por ende, este año, el aficionado minero ha tenido que recurrir a otros cosos para disfrutar de su pasión, que no es otra que los toros.
Como Almadén, pocas localidades existen que no hayan tenido al mínimo un festejo. Y todo ello lo paga el aficionado. Es cierto que las corridas de toros son un espectáculo de los más caros que se celebran. Y para una familia media el coste puede suponer gran parte del sueldo de un mes si van todos los componentes de la misma. Pero a la vez, si la tarde se da bien es una de las mayores satisfacciones que el aficionado puede llevarse, porque el hecho de ver al torero por el cual se siente cierta devoción, cuajar una gran faena ante un toro bravo y encastado, es lo más bonito que los sentidos pueden percibir. Lo malo está cuando la tarde ha sido nefasta. Ahí es cuando duele el dinero gastado, y más si se afronta una dura crisis, como la que acontecía este año.
Por ello muchas veces a quien hay que rendirle homenaje es al aficionado. Ese que sigue creyendo en la magia del toreo, y por ello intenta inculcarla en su descendencia, o no simplemente en ella, sino en el vecino de localidad. Siempre habrá diferencias entre gustos taurinos, todas ellas respetables, pero es por ello que esta fiesta tiene ese atractivo y sigue tan viva.
Vivirá mientras siga habiendo una mínima esperanza en lo que se va a ver en el ruedo. Mientras los toreros sigan con ilusión creando obras de arte en el albero. Mientras el ganadero siga criando a ese toro bravo, que en pocas ocasiones consigue el indulto para volver a la dehesa a padrear. Y por supuesto, mientras que los empresarios elaboren carteles de gran atractivo para la afición. Pero claro en ese tema se choca un poco, ya que no existen muchos entendidos en la materia taurina. Son pocos los aficionados y muchos los espectadores. Por lo tanto conjugar los gustos de afición y espectador es más complicado, aunque con imaginación todo se logra. Que se siga soñando en grandes faenas que puedan ser escritas en oro en el gran libro de la tauromaquia en la que el aficionado es indispensable y forma parte de ella.

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