Después de esta presentación ¿qué se puede decir? No hay palabras. Tan sólo gracias, muchas gracias por cada una de las cosas que sobre mi ha dicho el presentador del acto.
Autoridades, Junta Directiva de la Asociación de Amigos de la Plaza de Toros de Almadén, socios, señoras, señores, aficionados todos a nuestra querida Fiesta Nacional, buenas noches.
Es un verdadero placer para mí, aparte de un compromiso inmenso, estar aquí, en uno de los lugares con más sabor taurino de toda la provincia de Ciudad Real.
Cuando Balbino me llamó para mostrarme su apoyo, al dejar de prestar mis servicios en el periódico El DIA y, como consecuencia de ello, dejar de editarse un suplemento taurino que, sin falsa modestia, he de decir que cada día era mejor acogido entre los amantes de la Fiesta en nuestra provincia, aprovechó para comentarme que este año quería contar con mi presencia, como conferenciante, en este acto.
Ante esa invitación, que para mi era un motivo de orgullo, solo cabía una cosa: ACEPTAR. Aceptar por la estima que le tengo, al igual que a todos ustedes, aunque para mi, dado mi carácter un poco introvertido, lo de hablar en público represente un auténtico sacrificio.
Pues bien, a partir de ese momento, mi cabeza no dejó de dar vueltas pensando en que podría contarle una mujer como yo a unos aficionados de la talla de los aquí presentes, que fuera distinto y novedoso a la vez. Pensaba y pensaba en cuál sería el tema idóneo para tratar. Muchas ideas se te vienen en un momento, pero que empiezas a descartar por no considerarlas las más oportunas.
Lo que me pedía realmente el corazón era hablar de UN PEDAZO DE TORERO, como era alguien que, si el cielo existe y en él hay una plaza de toros, seguro que estará dando lecciones de tauromaquia. Ese alguien, ese pedazo de torero, como ustedes pueden adivinar no es otro que TEODORO MUÑOZ.
Si el corazón me pedía dar mi humilde homenaje a Teodoro, mi cabeza me decía que no lo hiciera porque me exponía a que mi voz se quebrara tarde o temprano o las lágrimas afloraran a mis ojos, como afloraron cuando he redactado algún artículo relacionado con él y todo acabara convertido en un auténtico desastre de conferencia.
Al final llegué a la conclusión de que tal vez podría resultar interesante para ustedes conocer algunas de mis experiencias vividas a lo largo de los años, tanto a nivel de simple aficionada como profesional de un medio de comunicación, desde el tendido hasta los callejones de las plazas de toros, pasando por el campo donde pastan las ganaderías de bravo.
Hace tiempo, alguien me dijo que una corrida de toros se puede ver de tres modos diferentes. Ese alguien fue José Ignacio de la Serna. Me analizó los tres estadios que pueden existir en una tarde de toros.
El primero sería, el más importante, el ruedo, donde los auténticos protagonistas de la Fiesta, el toro y el torero están “in situ“, se miran fijamente y en esa cercanía es donde el torero intenta vencer a su enemigo sobre la base de conocer cuales van a ser sus reacciones, conduciendo sus acometidas con ese temple capaz de generar arte y emoción. En ese sitio nadie puede competir con él, por mucho que intenten ponerse en su lugar desde la lejanía. Su triunfo o fracaso siempre serán de él.
El segundo lugar está el callejón. Otra visión diferente, puesto que hay metros de distancia desde donde se está realizando la faena hasta las tablas. Percibimos el peligro de un modo muy distinto del que se está viviendo en la corta distancia. Y nos atrevemos a juzgar el trabajo del torero.
Y por último, en tercer lugar, y no menos importante, está el tendido, un lugar maravilloso, donde se encuentran los aficionados y el público en general, que muchas veces actúan injustamente ante el matador, pero que sin ellos la Fiesta de los toros no tendría sentido por lo que se convierten, junto al toro y torero en una parte fundamental para que el espectáculo sea posible.
Cuando la conjunción se produce, es decir que lo que ocurre en el ruedo se vive con intensidad en el callejón y se transmite a los tendidos surge la magia. Esa magia difícil de describir y que no es comparable con nada, porque nada es más bello. Viejos aficionados han llegado a confesar que ni el gol de Iniesta les ha emocionado tanto como una tanda de naturales de José Tomás o unas verónicas de Curro, Paula o el mismísimo Morante de la Puebla.
Hasta hace poco yo me encontraba en ese tercer grupo, me encantaba ir al tendido acompañada de mi madre. Con ella comentaba cada incidencia y aprendía día a día con los comentarios de los viejos aficionados. En algunas ocasiones lo echo de menos, puesto que aunque en la Feria de Ciudad Real, tanto mi madre como yo, vamos a los toros, ya no es lo mismo, al ocupar cada una un sitio distinto en la plaza. Por eso, cuando termina el festejo estoy deseando verla para preguntarle que le ha parecido e intercambiar impresiones. Hay días que por las prisas de tener que llegar pronto a la redacción no ha podido ser y hasta el día siguiente queda aplazada la conversación o mini tertulia.
Quiero dejar patente que mi pasión por los toros me viene desde muy pequeña, por pertenecer a una familia de aficionados, sobre todo mi abuelo y mi madre. Ellos me
inculcaron la pasión y el amor por este bello arte, que es el toreo.
De ese tendido pasé al callejón un lugar fascinante y a la vez peligroso.
Siempre se ha dicho que los comienzos son difíciles y en mi caso no iba a ser menos.
Complicado fue que la gente del toro me mirara con los mismos ojos que miraban a otros compañeros. No tardé mucho en conseguirlo. En lograr que se me mirara como
uno más, sin distinciones de si era hombre o mujer, sino como profesional.
Costaba trabajo llegar cada tarde al patio de cuadrilla, para posteriormente adentrarte en el callejón y buscar el burladero destinado a la prensa, era entonces cuando comenzabas a ver caras extrañadas por la presencia de una mujer como fotógrafa taurina. Había veces, incluso que he tenido que realizar el trabajo fuera del burladero por no disponer de sitio en el mismo. Aún así la perseverancia y constancia, y sobre todo las ganas de trabajar, se fueron imponiendo, consiguiendo con ello que cambiaran las formas de ver a una mujer en el callejón. Es justo decir que en esos primeros tiempos encontré personas que me facilitaron muchísimo la labor que tenía que desempeñar y siempre les estuve y les estaré muy agradecida.
Creo que la clave principal para que la gente empiece a considerarte es respetar. Así lo he visto y lo sigo viendo. Si tu no respetas, no pretendas recibir el respeto que pides.
Aún recuerdo la primera vez que pisé un callejón, tal vez sin saber donde me metía, o el peligro que acarrearía, puesto que estaba en una plaza portátil sin burladero, como en aquella época era la de Puertollano.
Bien es cierto, que desde el primer día que entré a trabajar en el periódico, supieron de mi afición por los toros. Eso hizo que al final y sin yo esperarlo me llamarán para ir a cubrir aquella feria. Una sorpresa y una experiencia única que no podía desaprovechar.
Recuerdo los nervios con los que llegué al patio de cuadrillas, sin saber muy bien cual era el trabajo que esperaban que hiciera. Aún así, no era la primera vez que hacía fotos de una tarde de toros, por ello hice lo que creí oportuno. Debió gustar mi labor puesto que siguieron contando conmigo en el resto de festejos que se celebraron en la temporada de 2003.
De ese año lo que más me impresionó fue verme en el callejón de la plaza de toros de Jerez de la Frontera, allí actuaba Morante de la Puebla en solitario, al lado de grandes fotógrafos, y yo con dos mini-cámaras, en lugar de una, mientras ellos llevaban cámaras con grandes objetivos, con las que no se podía competir. Muchas veces no importa con el material con que se trabaje, sino con las ganas con las que se hacen las cosas.
En resumidas cuentas, muchas plazas y la novedad de ver a una mujer en el callejón. A partir de ahí mi devenir por los callejones fue continuo. Cada temporada, acompañada de mi cámara, iba recogiendo las instantáneas de los momentos más destacados de cada festejo, no importaba que fuera una corrida de toros o una novillada sin caballos, lo más interesante era recoger esa información para brindársela a ustedes.
Con el paso de los años no sólo ofrecía imágenes sino que también las acompañaba de texto como eran las crónicas de cada festejo.
Bien es cierto que el callejón es un lugar donde también se crean amistades, que pueden ser del momento o para siempre. Hay de todo tipo. Y también se cosechan enemigos cuando enfocas tu trabajo de un modo diferente a como lo ven los protagonistas.
Cabe señalar que durante todos estos años he cosechado más amistades que enemistades. O por lo menos así lo creo y me lo han demostrado.
Puedo decir que entre esas amistades se encuentran: toreros, novilleros, banderilleros, picadores, ganaderos, empresarios y sobre todo aficionados. Sin olvidarme de algunos compañeros de profesión, que en los momentos difíciles han estado ahí mostrándome su apoyo.
También conseguí, en mis andanzas por esos callejones algún buen susto, como la tarde en que un novillo en Pozuelo de Calatrava me hirió en una pierna. Aquella herida, dejando aparte el dolor que me produjo, representó para mi una medalla de guerra, al poder comprobar en mi propio cuerpo lo que tantos hombres del toro han sentido en él cuando las astas lo han atravesado de forma grave o leve. Experiencia inolvidable con más carga positiva que negativa.
Si algo he de agradecerle a la Fiesta, aparte de las emociones vividas, es que me ha permitido conocer muchas personas de todo tipo y condición. Algunas se han quedado grabadas para siempre muy dentro de mí.
Por poner algunos ejemplos hablaba al principio de Teodoro Muñoz. Para mí ha sido uno de esos amigos que he ido conociendo a lo largo de mi trayectoria y al que consideraba una persona fascinante. Recuerdo el día que lo conocí aquí en su plaza de toros. Ante todo debo confesar que siento gran debilidad por las personas mayores, puesto que me encanta oírles hablar. Son la voz de la experiencia, de las que puedo llegar a aprender muchas cosas. Sus palabras son sabias puesto que el paso de los años les ha permitido adquirir ese poso que nos falta a los más jóvenes para juzgar y analizar las cosas con claridad de idea.
Sabía poco de Teodoro pero en una entrevista que le realicé, los dos sentados en el estribo de su plaza de toros, fue cuando descubrí la gran persona que se escondía tras esa mirada sincera.
No es al único que conozco de esta zona, porque si me pongo a enumerar seguro que a más de uno me dejaría en el tintero, por nombrar a algunos diría a Pepe Tejero, Balbino, Segundo, Rafa, Luis, Joaquín, Mari, Dominga... A todos ellos los considero amigos. Y tampoco quiero olvidarme de Jesús, otro que nos ha abandonado en este año.
Almadén es una tierra con gente muy afable, que te muestra su cariño desde el primer momento. Bien es cierto que cuando pisas esta ciudad te sientes como en tu propia casa y lo digo basada en la experiencia cosechada durante los últimos años. Desde un principio se me han abierto las puertas, y sobre todo las de esa bonita y única plaza de toros que tenéis, donde en su callejón he vivido momentos inolvidables.
Me viene a la memoria una tarde, que como tantas otras, llegaba a la plaza y dejaba mi mochila en el burladero en el que me situaba, siempre enfrente de la presidencia para poder tener un campo de visión más a la hora de realizar mi trabajo. Cuando llegué me encontré que apenas tenía sitio porque Manolo Sanchís estaba allí junto a otros amigos, que tuvieron el detalle de hacerme un hueco en la esquinita de ese burladero.
Igualmente recuerdo que en una de las corridas goyescas tuvimos que abandonar el burladero para situarnos en el tendido, debido a la torrencial lluvia que caía durante la lidia del segundo toro y que obligó a suspender la corrida tras la muerte del tercero de la tarde.
Me hacía mucha ilusión comenzar la temporada en esta plaza tan añeja y con tanto sabor. Desde hace años deseaba que pasaran pronto tanto las navidades como el carnaval y que llegara Semana Santa, otra de mis pasiones, porque ello conllevaba que la temporada comenzaba el Sábado de Gloria. Para mí en lugar de oler a azahar, olía a albero. Sentía que el toreo se aproximaba, que el primer paseíllo de la temporada sería en Almadén.
Lamento mucho que esta tradición se haya perdido, hasta el momento, y que llevemos años sin poder disfrutar del toreo en un coso tan histórico como es el vuestro. Pienso que no hay que perder la esperanza, mientras tanto seguiremos soñando con faenas de ensueño para su albero.
El callejón es una puerta de acceso. Una puerta que cuando se atraviesa te permite conseguir reportajes de todo tipo, entre ellos los del campo.
He de reconocer que a mí el toreo me gusta muchísimo más verlo en el campo, en esa intimidad donde el silencio reina. Donde surge la profundidad en los muletazos del torero. Donde tanto el hombre como el animal se miden. Y lo prefiero porque no escucho voces desde el tendido que en la mayoría de los casos son de personas que ignoran la tauromaquia.
En esos callejones también se viven momentos emocionantes, algunos curiosos, otros alegres, también tristes y por supuesto tensos.
Saltar un toro al callejón produce momentos de mucho nerviosismo, carreras y tan solo la profesionalidad del personal de plaza consigue salvar situaciones realmente difíciles.
Momentos alegres, cuando ves celebrar desde muy cerca el triunfo de un torero, analizando sus gestos y tratando de captar con tu cámara esa instantánea que posteriormente quedará plasmada en la prensa de por vida, pudiendo recordarla los que tuvieron la suerte de presenciarla en directo o conocerla los que no asistieron al espectáculo.
De la misma forma puedes observar la tristeza en los rostros de los lidiadores al no poder rematar una bella faena por culpa del pésimo manejo de los aceros.
En otros casos, por tu situación en la plaza, tienes la oportunidad de vivir momentos desagradables como puedan ser las cogidas o los enfrentamientos que a veces se producen entre la autoridad y los lidiadores. Como el que se produjo en la plaza de Ciudad Real entre el Delegado Gubernativo y un mozo de estoques al que el primero, con un total desconocimiento del deber del segundo, negaba a éste la realización de su trabajo, al no permitirle circular por el callejón.
Otro episodio que recuerdo fue la lipotimia sufrida por el comentarista de Canal Sur Televisión en una corrida de Beneficencia en la plaza de la capital, que motivó la rápida intervención de un compañero de la prensa, de profesión ATS, el cual solventó el problema con profesionalidad y rapidez.
En mi afán de acercar a la Fiesta a todos mis conocidos decidí que me acompañara a presenciar una corrida en Leganés a una gran amiga mía, la cual se sentó a mi lado en el burladero del callejón. Yo quería conocer lo que para ella significaba aquella su primera tarde en los toros y comprobar las sensaciones que experimentara. Recuerdo las expresiones de su cara y sus comentarios, le impresionó muchísimo el tamaño de los toros, que me decía que era muy diferente al visto en la tele, pero lo que realmente le llamó la atención fue el intenso olor a sangre.
Un callejón que impresiona, como la plaza en sí, es el de Las Ventas, ya que son muy pocos los fotógrafos que al mismo pueden acceder, por lo que el primer día que me senté en un burladero del mismo me consideré una persona muy afortunada. Lo disfruté al máximo compartiendo burladero con fotógrafos que admiro.
Mi sueño, pendiente de realizar hasta el momento, es el de presenciar una corrida en el callejón de la Real Maestranza y si el mismo día tuviera la suerte de ver salir a un torero por la Puerta del Príncipe la felicidad sería total.
Volviendo al tema campero, donde reconozco que me fascina por multitud de motivos, entre ellos por ver la evolución de este bello animal que es el toro. Muchas de mis vivencias taurinas se han desarrollado en el campo, en las distintas fincas donde he sido invitada. Nunca podía imaginar el llegar a un cercado en el que están las vacas de vientre y el semental y poder caminar por allí, sin que te hicieran nada, pero observándote porque estabas invadiendo su terreno. Uno de esos días también estuve en un cercado con utreros, ahí con mucho más cuidado y más pendiente por si se me arrancaba alguno. Son experiencias únicas e irrepetibles.
Otra de las curiosidades que me han pasado, fue con un becerrillo, al que rechazó la madre y tuvieron que criar con biberón, estando apartado del resto en una cuadra, para sacarlo al exterior le puse la mano y primero empezó a chuparme dos dedos, hasta que al final terminó con media mano mía en su boca. Y he de reconocer que tienen una lengua muy áspera.
Mi paso por distintas ganaderías me han permitido conocer cosas inéditas para mi. Desde el saneamiento, que se realiza periódicamente con las reses, hasta el herraje de las mismas que tiene un encanto especial, por lo que conlleva de tradición y por no ser muy conocidas para el aficionado estas labores ganaderas.
El tentadero de machos y el más habitual de hembras permite observar lo que, desgraciadamente, ya no tenemos oportunidad de ver en las plazas de toros. Me refiero al comportamiento de los animales en la suerte de varas. Ver como una vaca acude hasta diez veces al caballo, ver como va evolucionando en sus embestidas cuando el torero, siguiendo las instrucciones del ganadero, la deja a una distancia determinada del picador es un auténtico placer.
En esos primeros tentaderos que presencié todo era nuevo para mi. Mis ojos y mis oídos trataban de recoger cualquier cosa que ocurriera. Los comentarios del ganadero al torero y de éste sobre al animal que se estaba tentando eran y son sabrosísimos. Si al finalizar la tienta de la vaca se oía un “enhorabuena ganadero” es que la cosa había ido bien y que esa vaca tenía muchas posibilidades de ser madre de algunos ejemplares que dieran fama y gloria a la ganadería.
Si encanto tenía todo lo que he dicho anteriormente, es decir observar a la vaca en el caballo y su comportamiento en la muleta, el ver como los “aficionados, capas, maletillas o los de la tapia”, previo permiso del ganadero intentaban llevar a cabo la faena soñada era digno de verse.
En la mayoría de los casos las vacas son “exprimidas” al máximo por el maestro que tienta y prácticamente no les queda ni un pase dentro, aparte del resabio correspondiente que hace imposible el lucimiento de quien se ponga delante. A pesar de ello con arrojo e ilusión los aspirantes a torero intentan demostrar que quieren ser alguien importante en el mundo del toro, aguantando tarascadas y algún que otro revolcón.
También se han dado casos curiosos, de que el profesional no haya podido con la vaca, aduciendo que no tenía un solo pase y el aspirante le haya dejado en mal lugar consiguiendo conducir las embestidas por uno u otro pitón, incluso con temple y hondura. Cuando esto ocurre el profesional felicita al aspirante con nobleza y gallardía.
Entre las cosas que me llamó la atención de los tentaderos fue el hecho de que cuando participan varios toreros en él se tiene en cuenta la antigüedad de los mismos como si de una corrida de toros se tratara, cosa muy bonita por lo que supone el mantenimiento de la liturgia de la Fiesta, algo tan unido a ella y que siempre debería existir.
No quisiera finalizar mi intervención sin recordar los momentos vividos en las Escuelas Taurinas y con los alumnos de las mismas.
El simple hecho de contemplar la afición e ilusión de todos los chicos que desfilan por ellas ya es un motivo enorme de satisfacción.
A veces resulta inexplicable que niños o jóvenes que apenas han visto torear se decidan por querer ser toreros. Puede que sea parte de la magia que encierra el toreo.
Observar sus progresos desde que ponen por primera vez los pies en la escuela taurina, sin saber coger capotes y muletas, hasta cuando se enfrentan al primer “miura”, el carretón, es muy gratificante y mas aún cuando se ponen delante de la primera vaca o becerro viendo como su cara se transfigura por la emoción, la ilusión y la responsabilidad por el miedo al fracaso.
A lo largo de los años he tenido la oportunidad de mantener contactos con casi todos los que han desfilado por las escuelas, fotografiarlos y entrevistarlos y puedo asegurar que, de la mayoría de ellos me ha impresionado su madurez y claridad de ideas, pero de algunos su innegable personalidad. Por desgracia muchos se han quedado en el camino cuando reunían condiciones para alcanzar cotas importantes en el complicado mundo del toro.
Por último no quiero dejar pasar la ocasión para reivindicar la urgente necesidad de que Almadén, tierra de toros y de toreros, que cuenta con una plaza que es una auténtica joya, recupere a la mayor brevedad posible la celebración de espectáculos taurinos. Su tradición taurina, su afición y todo el pueblo en general no se merecen que una mala gestión empresarial sea la culpable de privar a un pueblo de presenciar lo que tanto les gusta, lo que tanto sienten como es la Fiesta, nuestra única e inigualable Fiesta, que tantos momentos de emoción nos ha permitido vivir.
Me gustaría finalizar mi intervención con unas palabras del poeta español José Bergamín de su poema de "La música callada del toreo", que dicen:
Me gustaría finalizar mi intervención con unas palabras del poeta español José Bergamín de su poema de "La música callada del toreo", que dicen:
"Querida cuadrilla, pleguemos los capotes, despidámonos del público, y salgamos de esta plaza sin hacer ruido".
Muchas gracias a todos ustedes por la atención que me han dispensado y sólo me queda decir VIVA LA FIESTA NACIONAL.
Una vez más...como una persona con este talento está en paro....con la de inútiles que se mueven por ciertos medios, que además pagamos todos...QUE EL 2011 SEA TU AÑO. Y FELIZ AÑO A TODOS LOS QUE TE SIGUEN
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