Numancia no es una historia
antigua, sino que es una historia eterna. A pesar de sus veinte años de asedio,
los numantinos dejaron un mensaje muy claro, hay que luchar por lo que más se
quiere la familia. Aunque estemos rodeados de injusticias, la resistencia nos
hace fuertes y antes de dar la victoria o el poder a otros, lo mejor es
arrebatarles el triunfo.
‘El cerco de Numancia’ nos
transporta a la época de antes, pero con toques actuales, ya que unas columnas
mostraban la visión de la actualidad, sobre todo de la política. Como el ser
humano, independientemente de los años o siglos que pasen estamos gobernados
por unos gobernantes que buscan su favor, no el del pueblo. Los numantinos
antes de entregarse lucharon. Pasaron hambres, penurias y demás. En el
escenario lo reflejaron con unas cintas rojas que simulaban las murallas de su
ciudad.
Después de mucha resistencia, y
viendo que ya no podían aguantar más decidieron poner fin a sus vidas. Claro
que eso para los romanos no era un triunfo. Porque aparte de la ciudad querían
la rendición de un pueblo para convertirlo, pero ni el último de los habitantes
le concedió ese privilegio a Escipión. Que ve como mueren delante de él sin
cumplir su objetivo de llevarlos vivos.
Cervantes era un adelantado a su
época, incluso nos podríamos atrever a decir que un visionario. Y supo reflejar
lo que el poder quiere y hasta dónde puede llegar para conseguir su objetivo. Y
como la obra en sí es muy lúgubre, así fue toda la escenografía. Con una
representación soberbia del elenco de actores.
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