25 noviembre 2017

La esencia de un cómico llamado ‘El Brujo’ arranca las carcajadas en el Teatro Quijano de Ciudad Real

Que ‘El Brujo’ levanta pasiones, allá por donde actúa, es un hecho constatado. Ciudad Real no iba a ser menos, es más, la pasión la desató semanas antes cuando colgó el cartel de no hay billetes. En los tiempos que corren ver un teatro lleno es algo maravilloso. Cómico aterrizó en las tablas del Teatro Quijano para divertir al espectador. Mostrando de esta manera que Rafael Álvarez aparte de con los clásicos también ofrece otro tipo de espectáculos. La esencia de diez años sobre los escenarios con distintas obras se concentra en Cómico. En ella se adentra en lo más profundo de su persona para explicar el fin con el que llegó a cada obra y por qué la hizo.

Con un escenario minimalista, como es costumbre en sus diversas representaciones, ya que únicamente su palabra lo llena todo, en el que una silla y un libro con el foco de luz en ellos esperan a que Rafael Álvarez irrumpa en el escenario. La primera ovación de la noche no se hace esperar, pues son muchas las ganas de ver a este gran actor, muestra de ello las novecientas personas que allí se dieron cita, y muchas más que se quedaron sin una butaca para verlo actuar.

Amalgama de palabras en una dicotomía perfecta en la que se podía diferenciar los momentos en los que recita sus obras y las anécdotas de su propia vida. Hora y media en la que el verbo de ‘El Brujo’ arrancó las carcajadas más sinceras de la noche e incluso tuvo que parar en varias ocasiones, puesto que los aplausos espontáneos irrumpieron en la sala. Salió recitando a San Juan de la Cruz, pasando por Santa Teresa de Jesús para terminar con San Francisco, Juglar de Dios. Toda esta influencia mística tiene un sentido importante en la vida del actor, como explicó sobre las tablas un mal momento en su vida persona le llevo hasta el Monasterio de Silos, donde bebió de la fuente de los místicos.

El Brujo 02Para ‘El Brujo’ los pensamientos tienen una vibración que son sonido. Por ello, sus pensamientos fluyen para que con su alma, voz y corazón lleguen hasta la última butaca de cualquier teatro por el que representa su obra, en esta ocasión en el Quijano, esforzándose para ello. Haciendo gozar y gozando él mismo con éste Cómico esencial. No podía faltar el toque de actualidad, en este caso, centrándose en el problema de Barcelona con Puigdemont a la cabeza y el 155, pasando por la vanguardia que le gusta a Merkel, Franco que era un humorista de humor negro que los jóvenes no han conocido. Explayándose en los platos gastronómicos tan de moda, a los que se le otorga la estrella Michelín, con los que no se come nada, ya que te ponen un plato del tamaño de una plaza de toros y sin apenas comida. También tuvo su mención Master Chef.

El libro que estaba sobre la silla era de Quevedo, del cual leyó el fragmento “Gracias y desgracias del ojo del culo”. Con ello le dio para criticar el hecho de lo mal que se habla ahora y qué pensarían nuestros antepasados cuando escucharan el lenguaje más burdo que emplean los jóvenes de hoy día. Es más, añadiría dónde quedó ese respeto de antaño que con las nuevas generaciones ha ido desapareciendo. Aunque si de lenguaje hemos de hablar, más si cabe hay que hacer un estudio exhaustivo para descifrar los poemas de nuestros literatos. Qué nos quisieron decir con ello tanto Quevedo como Rafael Alberti que fueron los poetas que recitó.

Con ese pensamiento el espectador viaja entre las risas al mundo que regala éste Brujo, que embruja cada noche con su actuación, donde la magia del teatro hace que las penas queden atrás para pasar un buen rato. En el que el “fitness-misa” lo inventó él, en su época de monaguillo, cuando con el poder de la campanilla hacía que se pusieran de rodilla y se levantaran los feligreses. En el que la música flamenca irrumpe en escena para volver al misticismo por el que más se le conoce a este actor. Y la luz va apagándose, poco a poco, para dar por finalizado El Cómico, ante los aplausos más fervorosos de un teatro abarrotado y rendido a los pies de Rafael Álvarez ‘El Brujo’.

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