Que ‘El Brujo’ levanta pasiones, allá por donde actúa, es un
hecho constatado. Ciudad Real no iba a ser menos, es más, la pasión la desató
semanas antes cuando colgó el cartel de no hay billetes. En los tiempos que
corren ver un teatro lleno es algo maravilloso. Cómico aterrizó en las tablas
del Teatro Quijano para divertir al espectador. Mostrando de esta manera que
Rafael Álvarez aparte de con los clásicos también ofrece otro tipo de
espectáculos. La esencia de diez años sobre los escenarios con distintas obras
se concentra en Cómico. En ella se adentra en lo más profundo de su persona
para explicar el fin con el que llegó a cada obra y por qué la hizo.
Con un escenario minimalista, como es costumbre en sus
diversas representaciones, ya que únicamente su palabra lo llena todo, en el
que una silla y un libro con el foco de luz en ellos esperan a que Rafael
Álvarez irrumpa en el escenario. La primera ovación de la noche no se hace
esperar, pues son muchas las ganas de ver a este gran actor, muestra de ello
las novecientas personas que allí se dieron cita, y muchas más que se quedaron
sin una butaca para verlo actuar.
Amalgama de palabras en una dicotomía perfecta en la que se
podía diferenciar los momentos en los que recita sus obras y las anécdotas de
su propia vida. Hora y media en la que el verbo de ‘El Brujo’ arrancó las
carcajadas más sinceras de la noche e incluso tuvo que parar en varias
ocasiones, puesto que los aplausos espontáneos irrumpieron en la sala. Salió
recitando a San Juan de la Cruz, pasando por Santa Teresa de Jesús para
terminar con San Francisco, Juglar de Dios. Toda esta influencia mística tiene
un sentido importante en la vida del actor, como explicó sobre las tablas un
mal momento en su vida persona le llevo hasta el Monasterio de Silos, donde
bebió de la fuente de los místicos.
El Brujo 02Para ‘El Brujo’ los pensamientos tienen una
vibración que son sonido. Por ello, sus pensamientos fluyen para que con su
alma, voz y corazón lleguen hasta la última butaca de cualquier teatro por el
que representa su obra, en esta ocasión en el Quijano, esforzándose para ello.
Haciendo gozar y gozando él mismo con éste Cómico esencial. No podía faltar el
toque de actualidad, en este caso, centrándose en el problema de Barcelona con
Puigdemont a la cabeza y el 155, pasando por la vanguardia que le gusta a
Merkel, Franco que era un humorista de humor negro que los jóvenes no han
conocido. Explayándose en los platos gastronómicos tan de moda, a los que se le
otorga la estrella Michelín, con los que no se come nada, ya que te ponen un
plato del tamaño de una plaza de toros y sin apenas comida. También tuvo su
mención Master Chef.
El libro que estaba sobre la silla era de Quevedo, del cual
leyó el fragmento “Gracias y desgracias del ojo del culo”. Con ello le dio para
criticar el hecho de lo mal que se habla ahora y qué pensarían nuestros
antepasados cuando escucharan el lenguaje más burdo que emplean los jóvenes de
hoy día. Es más, añadiría dónde quedó ese respeto de antaño que con las nuevas
generaciones ha ido desapareciendo. Aunque si de lenguaje hemos de hablar, más
si cabe hay que hacer un estudio exhaustivo para descifrar los poemas de
nuestros literatos. Qué nos quisieron decir con ello tanto Quevedo como Rafael
Alberti que fueron los poetas que recitó.
Con ese pensamiento el espectador viaja entre las risas al
mundo que regala éste Brujo, que embruja cada noche con su actuación, donde la
magia del teatro hace que las penas queden atrás para pasar un buen rato. En el
que el “fitness-misa” lo inventó él, en su época de monaguillo, cuando con el
poder de la campanilla hacía que se pusieran de rodilla y se levantaran los
feligreses. En el que la música flamenca irrumpe en escena para volver al
misticismo por el que más se le conoce a este actor. Y la luz va apagándose,
poco a poco, para dar por finalizado El Cómico, ante los aplausos más
fervorosos de un teatro abarrotado y rendido a los pies de Rafael Álvarez ‘El
Brujo’.
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