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18 julio 2018

El descanso del escudero Marcos de Obregón llegó al Aurea

Nada más lejos de un descanso como tal. Al contrario, fue un trabajo arduo el que realizó Juanma Cifuentes en su última función en el Aurea. Con el texto de la obra de Vicente Espinel fueron cinco los descansos que eligió para interpretar sobre las tablas de la Antigua Universidad. Un monólogo en el que encarnaba a varios personajes durante su viaje a lo largo de su vida. Con un reducido número de espectadores recitó, bailó y cantó Cifuentes.

Juanma Cifuentes encarnó a Marcos de Obregón durante tres días en la Antigua Universidad Renacentista. En su última función, volvió a demostrar su calidad en las tablas para afrontar un monólogo en el que varios personajes acompañan al escudero en sus aventuras. Es la vida del propio Espinel la que recrea Marcos de Obregón, sin olvidar sus raíces rondeñas. Aunque durante su andanza no anda solo, está acompañado por la música de Juan Carlos de Muelder.

Amparo Pascual dirige esta obra que se estrenó en la 41º edición del Festival de Almagro, rescatando uno de los textos poco representados del Siglo de Oro. Una apuesta en la que la escenografía no es lo más importante, ya que tan sólo la componen un sillón, un taburete, una mesa (en la que se sube Cifuentes y de la que hace una propia broma con su físico para arrancar la sonrisa del espectador), un mantel, un atril, un farol, un barco y un bastón. Todos ellos elementos que va introduciendo en escena Marcos de Obregón a lo largo de su periplo por los distintos lugares a los que viaje.

La música de Muelder marcaba los cambios de capítulos o como los llamaba Espinel “descansos”. En los tres primeros fue narrando su periplo desde que llegó a la casa del doctor Sagredo donde era un escudero, después viajó a Salamanca a estudiar, no conforme con ello continuo como caminante. En el cuarto ya se hace navegante y es allí donde su voz acompaña los sones de la guitarra barroca. Aquí pasó de esclavo a soldado y por último, en el que su voz acompañaba a su danza volvió a reencontrarse con su primer dueño. El destino que muchas veces aunque intentes huir y cambiar de aires siempre vuelve.


La empatía con los espectadores hizo que más de un chiste metiera en la obra, como por ejemplo: “al final me como una mosca” y con eso continuo su viaje a Salamanca con la mosca introducida en el texto. Siempre hay licencias que se permiten los actores para acompañar su interpretación. En esta ocasión, venía a cuento puesto que eran muchas las moscas que sobrevolaban el escenario del Aurea como si buscaran su protagonismo, que al final lograron.