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06 noviembre 2006

Ivan Fandiño, un torero con futuro

Siguiendo con el resumen de temporada de los toreros hoy tenemos a Iván Fandiño, que nos narra sus vivencias como matador de toros.

Cuando Raquel me pidió que contase para los lectores de El Día mis sensaciones ahora que acababa la temporada 2.006, lo primero que se me vino a la cabeza fue un cúmulo de pensamientos que podrían describir como ha sido este año para mí “Toreo, dolor, triunfo, injusticia, sangre, dificultades, reconocimiento, sacrificio…”.

Las sensaciones que tengo son agridulces, he cuajado muchos toros, he crecido mucho mental y artísticamente, he sido capaz de imponer mi concepto ante corridas muy complejas y sin embargo me han faltado triunfos rotundos por mis desaciertos con la espada, y no es excusa pero he perdido un montón de orejas, pero sobre todo he perdido tres orejas de otros tantos toros de Victorino Martín y La Quinta en mi paso por mi tierra que me hubieran allanado mucho el camino. A pesar de ello las casi cuarenta orejas y cuatro rabos que he cortado en mis 24 actuaciones son prueba de una regularidad en el triunfo y sobre todo en el toreo.

Mi temporada después de muchas horas de entrenamiento, mucho frío por los montes de la Alcarria y bastantes tentaderos, empezó en mi tierra de adopción (Guadalajara, a pesar de que algunos políticos se empeñen en negarlo) cuajando bien un toro de Saboya al que corté una oreja de las dos que me pidieron y pinchando, al segundo después de haber superado sus dificultades, la corrida fue televisada. Después corté dos orejas a un buen toro de Santos Alcalde en mi Orduña del alma, perdiendo algún trofeo del segundo por mi poca pericia estoqueadora. La siguiente corrida fue en circunstancias muy duras, puesto que me vestí de torero después de enterrar a mi abuelo, con el que mantenía un estrecho vínculo, y no estuve a la altura, las circunstancias me superaron y viví una tarde muy desagradable en Daganzo. Una semana después llamaron a mi apoderado para una sustitución en Tolosa, con una corrida de Isaías y Tulio Vázquez. Me desaconsejó torearla, me dijo que ese tipo de toros no me iban a permitir hacer el toreo como yo lo siento, le pedí que la hiciera, necesitaba probarme como hombre ante una corrida así y fue un éxito, la corrida salió dura pero corté la única oreja de la corrida en el sexto y perdí dos del tercero por la tizona, pero me demostré a mi mismo que era capaz de sobreponerme a las presiones externas y de torear una corrida legendaria como yo siento. Durante el mes de Julio en Brihuega y Mondéjar, dos corridas televisadas, seguí comprobando dos realidades, que cada vez iba estando más hecho y cuajaba más y mejor los toros y que empezaba a ser un problema lo de la espada.

La parte decisiva de la temporada (Agosto y Septiembre) comenzó para mí con dos corridas en Pradoluengo y El Provencio donde a pesar de cortar dos y tres orejas y salir a hombros la hora de la verdad comenzaba a obsesionarme, no era capaz de matar bien los toros a pesar de tirarme con mucha fe entre los pitones. Así, con mucha moral por el momento que atravesaba con capote y muleta y con mis dudas con la espada llegué a San Sebastián, plaza de primera, toros de Victorino y las cámaras de Antena 3 presentes. Conseguí mi objetivo, torear como yo lo siento a un toro de Victorino y sorprendí a la afición y la crítica por cuajar muy despacio a mi primero y estar muy firme y muy seguro con el sexto pero cambie dos orejas por dos ovaciones que me dejaron la miel en los labios pero sin llegar a la boca. A los cuatro días maté un lote imposible en Alcalá de Henares, dos orejas corté a una manejable corrida de Salustiano Galache en La Granja y llegué a mi segunda cita clave de la temporada, Bilbao y una corrida de La Quinta en los corrales de Vistalegre. Fue una tarde importantísima, cuajé a placer a un toro deslucido, lo toreé como yo siento, me pegó una cornada en una reacción sorpresa del Santacoloma y de no ser por un pinchazo hubiera cortado una oreja que el público pidió con fuerza. La ovación que me dieron cuando me fui andando camino de la enfermería mientras regaba con mi sangre el oscuro albero bilbaíno me hizo sentirme torero y hombre.

Después de perder dos corridas por el percance reaparecí en El Casar con una corrida santacolomeña de Adolfo Rodríguez, el primero se vino abajo y no sirvió y el destino me tenía preparado en segundo lugar un cinqueño serio, agresivo y exigente para demostrarme a mi mismo que las cornadas son tributos que pagamos los toreros y que por sus agujeros no se iban a ir ni mi valor, ni mis ganas de ser torero. Me impuse a él y terminé toreándolo muy despacio y superando la agresividad de sus miradas y su violencia, para variar un pinchazo y una estocada defectuosa dejaron el premio en una oreja. Después vinieron Campillo, Trillo, Horche, Arcos de Jalón y Sangüesa, corridas típicas de Septiembre, poco a poco mataba algo mejor pero faltaba la firma a los dictados que era capaz de expresar con los toros, especialmente bien cuajé dos de Manolo González en Campillo a los que corté dos rabos. Así llegué al 17 de Septiembre en Chiloeches, pueblo muy cercano a mi casa, Guadalajara, donde un capricho de un concejal me había dejado fuera de la feria de la capital, feria que me había ganado en la plaza, con mi capote y mi muleta. Ese día era muy importante para reivindicar que era injusto lo que habían hecho con nosotros, conmigo y con mi apoderado. En el cartel, por primera vez, tres toreros de Guadalajara anunciados en una corrida de toros, era un día de puerta grande o de enfermería, ese día no podía fallar, la plaza llena hasta la bandera, “no hay billetes en la taquilla”, la tensión en el patio de caballos daban al día ambiente de tarde grande. Cuatro orejas y un rabo después de cuajar al sexto a placer fue el resultado de una corrida en la que me jugaba mucho, más como persona que como torero. He terminado el año con dos corridas en Octubre, en Lozoya y Brea de Tajo, a las que he cortado siete orejas y dos rabos, pero la mejor noticia es que he vuelto a matar bien los toros.

Y este es el resumen de mi temporada, mi primera temporada como matador de toros, un año bonito y duro, como es el toreo, un año en el que he crecido mucho en todos los terrenos y he disfrutado también. Ahora me espera un invierno duro, muchas horas de frío, entrenamiento, sueños, sudor, tentaderos, sacrificio, pero es lo necesario para conseguir lo que anhelo, asaltar el trono del toreo, sentarme en la mesa de las figuras y disputarles el cetro. Es difícil lo que pretendo, pero no estoy aquí para menos.