No es lo mismo la arena de la playa que la arena del albero pero cualquier sitio es bueno para mecer el capote a la verónica o echar los vuelos con la muleta, con la única diferencia que en uno hay enemigo y en el otro no.
Cuando un torero siente su profesión cualquier lugar es bueno para entrenar. Da lo mismo hacerlo en una plaza de toros que en la playa. Por qué no pensar que las olas son los toros imaginarios, que muchas veces se sueña, que embisten como uno quiere para poder realizar ese toreo de sentimiento que un torero es capaz de crear.
En la cala de la Albufereta, un barrio de Alicante estuvo entrenando el novillero Juan Gómez. Acompañado de su capote y muleta se puso a entrenar, como lo han hecho distintos matadores de toros que están en el escalafón superior. Por que ¿quién no es tan afortunado de realizar lo que más le gusta como lo son los toreros? El daramaturgo irlandés George Bernard Shaw decía: “ Dichoso es aquel que tiene una profesión que coincide con su afición” y eso es lo que tiene Juan Gómez, novillero de Porzuna, que disfruta con su profesión como lo hace con su afición.
El único problema de los jóvenes que empiezan es lo difícil que lo tienen pero para ello unas grandes dosis de afición para poder paliar esas dificultades.
En Alicante, el novillero compagino su entrenamiento con las tardes de toros. El ruedo es el gran maestro para estos grandes aprendices de torero, puesto que viendo a los que están arriba pueden aprender. Pero sobre todo entrenando mucho. En esta ocasión no tuvo a ningún compañero para que le hiciera de toro pero las olas en muchas ocasiones le sirvieron para templar esa embestida imaginaria.
Tras su andadura por tierras alicantinas viajó hasta Borox para presentarse al segundo certamen de novilleros Domingo Ortega. Allí cambió la arena de la playa por arena de albero. Se enfrentó a un enemigo real. Un eral de la ganadería de “El Montecillo” que tuvo calidad. Con tres faroles de rodilla lo recibió para después meter la barbilla y componer la figura a la verónica. No quiso que su compañero le ganara la partida y realizó un quite por chicuelinas al paso rematadas con serpentina. Cuando cambió los trastos realizó casi toda la faena por la mano izquierda, el pitón más potable del animal. Pero emborronó su faena con la espada. Dando únicamente la vuelta al ruedo, cuando pudo haber tocado pelo de acertar. Otra vez será.
El novillero Juan Gómez viajó hasta Alicante para visitar a sus viejos compañeros de la Escuela Taurina de Alicante. En su viaje llevó sus trastos de entrenar para no perder el sitio y en la cala de la Albufereta entrenó mientras las olas le embestian.
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