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22 febrero 2008

Ilusión y ganas de ser toreros; aprender el oficio tentando

Los alumnos de la Escuela Taurina de Ciudad Real estuvieron tentando en la finca “El Rostro” propiedad de Fidel San Román. El mayoral de la ganadería, Enrique Sánchez, tomó nota del comportamiento de las becerras.

Aunque son pocas las veces que los alumnos de la Escuela Taurina de Ciudad Real tienen un tentadero para ellos solos, cuando lo tienen lo saben aprovechar. Corrigen defectos y ponen en práctica lo que torean de salón todos los días que entrenan en la plaza de toros .
En esta ocasión fue en Alcoba de los Montes, en la finca de “El Rostro” propiedad de Fidel San Román donde estuvieron tentando. Cinco becerras para los pupilos de Calatraveño.
Con gran ilusión acudieron estos aprendices de torero a la finca. Con ganas de hacer el toreo que sienten y que sueñan que algún día les abrirá la puerta de todas las plazas en las que toreen, pero para ello, antes deben prepararse a fondo. No sólo vale con lo que torean de salón. Puesto que se puede saber muy bien torear con un compañero, pero el toro al fin y al cabo es un animal, que no siempre tiene el mismo comportamiento. A las becerras les pasa lo mismo. Tienen que aprender a coger la velocidad, a colocarse en el sitio que pida el animal, y sobre todo, saber pensar delante de la cara del becerro. Un arte muy complejo que son muy pocos los elegidos para proclamarse figuras del toreo. A pesar de todas estas dificultades los alumnos de Ciudad Real, son conscientes de ello, y se esmeran cada día para poder destacar entre los demás. Aunque son compañeros, siempre existe esa rivalidad interna en la que el orgullo marca el camino.

Las notas del mayoral
Fidel San Román confía plenamente en su mayoral, es por ello que Enrique Sánchez fue el encargado de tomar nota y apuntar el comportamiento de las cinco becerras que le ofrecieron a estos jóvenes aprendices de torero. Cinco vacas serias a las que se le debían hacer las cosas bien. Vacas listas que cuando les enseñaban el cuerpo una vez, iban a por el torero. Por ello había que hacerles las cosas muy bien. Consentirlas y mimarlas. Una de las condiciones que hay que destacar de estas futuras madres de la ganadería fue su fijeza, tanto en el caballo de Pastelito como en la muleta de los jóvenes.
Desde la barrera rompiendo el silencio se escuchaba la voz del mayoral dando el consejo al chaval, consejo sabio al ser conocedor del ganado que está criando. De vez en cuando, el maestro Calatraveño los instruía, recordando donde deberían colocarse o como debían coger la muleta. Algo natural al no tener mucho oficio. Ya que el oficio se consigue tentando todos los días, pero desgraciadamente estos chavales no lo hacen. De mes a mes, o incluso en un periodo más largo es cuando ven los pitones.