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19 julio 2008

Una jocosa obra para un público con muchas ganas de divertirse

La guerra de los sexos es el tema central de la obra, desarrollado de un modo diferente

Una de las claves principales fue la exploración del alma humana

El escritor preferido del Festival de Teatro Clásico de Almagro ha sido William Shakespeare. En esta ocasión el pasado martes se estrenaba en La casa de los Miradores Mucho ruido y pocas nueces. Una comedia con una combinación perfecta de ingenio y ternura. Vanessa Martínez le ha querido dar ese toque divertido entremezclando las escenas con música expresamente creada para la ocasión.
El público rió a carcajadas con alguna de las escenas donde el humor era la nota predominante. Otras, sin embargo, se podrían haber resumido, centrándose más en lo que era la escena principal, y agilizando la obra.
El tema principal de la obra radica en la guerra de sexos, donde se ha querido dar un equilibrio natural de lo que es la sociedad de hoy en día, en el cual la mujer puede desempeñar el mismo papel que un hombre.
En Mucho ruido y pocas nueces se entremezclan dos historias, por una parte el amor que sienten Hero y Claudio y por el otro el desdén que se muestras Beatriz y Benedicto. La historia comienza cuando la princesa Constanza vence a su hermano Juan, tras este episodio marchan a Mesina donde la gobernanta Leonora los recibe en su casa, es allí donde comienzan a fraguarse las historias de amor y traición. Donde la guerra de sexos se desencadena. Herido por el orgullo don Juan trama el deshonor de Hero la noche antes de su boda. La infidelidad se la muestra tanto a su amado como a su querida hermana. Al final no hay boda. Para poder limpiar el honor de su hija, Leonora la hace pasar por muerta y así se descubre toda la mentira. Al final logra que Hero se case con Claudio.
La otra historia es la de Beatriz y Benedicto, que se odian a muerte y cada vez que se ven no hacen nada más que fastidiarse. Hasta que ambos, en distintas situaciones, escuchan como el otro siente algo. Intentan comprobar si es verdad y consiguen vencer sus tiras y aflojas.
Lo más dinámico de la obra son los momentos en que suena la música y Rosa Miranda con su voz de soprano acompaña a la música del clarinete de Carlos Varela, la viola de David Velasco y el acordeón de Rosalía Cabanilles.
El vestuario empleado en toda la obra ha sido el mismo combinando complementos según la situación. Los vestidos estaban inspirados en las pinturas de Sorolla. Todos los trajes estaban creados tanto para adaptarse tanto al cuerpo de un hombre como al de una mujer. Ya que en una de las escenas se cambian los vestidos y las chicas interpretan el papel de ellos y viceversa. El espectador disfrutó con esta nueva versión.

En voz baja

A Favor: La voz de soprano de Rosa Miranda

En contra: La poca variedad del vestuario, utilizando el mismo en las distintas escenas