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16 agosto 2008

«El torero tiene que conjurar cada día a la muerte»

Entrevistar a Luis Francisco Esplá es uno de los grandes placeres que te da la vida. No por nada en especial, simplemente por la riqueza que te aporta con todo lo que dice. Tiene un verbo de gran fluidez.

Esplá es uno de los toreros clásicos que con su tauromaquia subyuga al público. No es de los toreros que necesite torear setenta tardes para crear arte cada tarde, con menos fluye de su ser, de tal manera que crea expectación por verlo.

—Hoy es una tarde de gran compromiso en Ciudad Real, ¿significará su despedida de este coso?
—No lo sé, pero estoy viendo ya ese horizonte, no lo tengo perfilado. Si no vuelvo el año que viene posiblemente.
—¿Qué le ha aportado en su carrera torear en esta plaza?
—Tengo unos recuerdos entrañables con Ciudad Real por muchos motivos. En primer lugar porque ya hay una vinculación paternal. Mi padre fue apoderado por un amigo de allí de Ciudad Real, Manolo Caballo, que tenía los almacenes y era empresario de plazas como la propia Ciudad Real, Valdepeñas, Manzanares. Un empresario que tenía todo el circuito de la zona de Ciudad Real. A partir de ahí pues se crean unas vinculaciones más allá de las artísticas con Ciudad Real. Luego yo he mantenido una amistad entrañable con el hijo de este Manolo Caballo. Bueno pues me unen todas estas cosas. Parece una tontería pero cuando hay un compromiso sentimental en sitio, se redoblan las responsabilidades, hay un círculo de amigos al que no puedes defraudar, en fin hay una serie de implicaciones que hacen mucho más complicado absolutamente todo.
—El riesgo es un compañero cada tarde
—Evidentemente, si no existiese así pues no tendría sentido ni justificación el espectáculo. Yo creo que lo bonito de este espectáculo es que el torero tiene que conjurar cada tarde a la muerte y devolverla humillada a casa. Eso es como dice Miguel Barceló, es un mecanismo que pertenece a esos artilugios que el hombre ha tenido que crear contra la muerte.
—¿Qué significa para usted ser torero?
—Básicamente ser artista. Lo que pasa es que hay un componente que hace esta relación con el material sublime. Y es que no nos movemos con un material inerte, el toro es un animal, un ser vivo, al que hay que darle unas prioridades escénicas, incluso se altera el proceso de creación. Lo que normalmente sería la intuición, que es como se desenvuelve básicamente el proceso de creaciones e intuición, y a través de un técnica terminar consiguiendo plasmar todo aquello, esa prolongación exterior tuya, en un material. Aquí es primero el material y después te pasas la tarde en ese diálogo técnico tratando de dar sentido al material. Y la mayoría de las veces no hay sitio para tu inspiración, es el propio material el que ha creado y marcado las directrices.
—¿Cuál es el secreto para estar tantos años en esta profesión?
—Pues yo creo que uno de los secretos es no haberse prodigado. Yo hace veinte años dije que quería gotear, dosificar mi profesión y disfrutar de ella, y no entrar en esa dinámica de deterioro, como es torear sesenta- setenta tardes. Esa vanalización del espectáculo me preocupaba mucho, la vanalización de lo que yo hacía. Un artista tiene que estar sujeto a su poder de creación. Y mi poder de creación no iba más allá de 20 ó 25 corridas al año. Y quería ser fiel a esa propuesta. Todo lo demás hubiese sido torear en otro sentido, todo hubiese sido muy superficial.
—¿Existen quimeras en el toreo?
—Sí, porque este es un espectáculo totalmente mágico, pertenece al milagro. Ahora mi hijo que quiere ser torero se lo he dicho mil veces. Alejandro; esto pertenece al milagro, aquí no vale la estadística, ni vale absolutamente ningún planteamiento. Esto es una cosa que no sabes nunca las dimensiones, es totalmente incoercible. Toda la dimensión del toreo no la puedes tener en la mano. No sabes porqué se te escapan las cosas y no sabes, tampoco porque vienen las cosas.
—Y por último, que le va a aportar Luis Francisco Esplá al público de Ciudad Real.
—Quizás me lo aporte el público a mí. Al final no solo el torero, el artista vive de comunicar. Y muchas veces es el público el que asintiendo con su comunicación el que da las clave y el que da vida al artista. Siempre he pensado que al final el que aporta artista es el público. Es el que lo hace crecer, el que lo enraquetiza o lo convierte en un ser raquítico. En fin, creo que es el espectador el que otorga siempre.