El torero vasco Diego Mazquiarán “Fortuna” es condecorado con la Cruz de Beneficencia después de protagonizar uno de los hechos más insólitos en la historia del toreo al estoquear en plena calle a un toro que se había desmandado del resto de una piara que era conducida al matadero.
Si hay gestas que con el paso del tiempo merecen ser recordadas, una de ellas sin lugar a dudas es esta ocurrida en Madrid el 23 de Enero del año 1928. Cuando conducían varios toros al matadero municipal, en las inmediaciones de Carabanchel Bajo, un toro se desmandó del resto, y según cuentan las crónicas de la época, entrando en Madrid por el puente de Segovia fue sembrando el pánico por las calles, embistiendo contra todo lo que se cruzaba en su camino e hiriendo a varias personas, entre ellas a una mujer a la que corneó de mucha gravedad en la calle de Leganitos. Después de varias horas campando a sus anchas, al llegar a la Gran Vía, junto a la calle de la Montera, el azar quiso que se encontrase con el torero Diego Mazquiarán “Fortuna” que casualmente pasaba por allí acompañado de su mujer. Despojándose de su abrigo se fue hacia el animal e improvisando varios lances logró cortar su huida y sujetarlo mientras pedía que alguien se acercara a su casa, sita en la cercana calle de Valverde, y le trajera un estoque. Entre tanto, varios taxistas improvisaban alrededor una especie de cerrado con sus coches a modo de coso taurino para evitar que el toro volviera nuevamente a irse suelto y alguien le ofreció usar un sable que el torero, rechazó. Una vez entregada la espada a su matador y con el abrigo liado en su brazo a modo de muleta, este realizó una breve faena en plena calle rematada de media estocada en lo alto, después sacó la espada y descabelló con ella al animal. La multitud que había contemplado toda esta acción heroica, llena de valor y maestría, aplaudía con fuerza y sacaba los pañuelos pidiendo los trofeos para el matador, que saludaba una y otra vez, muy emocionado.
El fotógrafo Alfonso
El famoso fotógrafo de dinastía Alfonso Sánchez Portela, que trabajaba para diversos medios periodísticos, enterado de lo que estaba aconteciendo, se desplazó hacia el lugar y dejó constancia de lo ocurrido, plasmando el instante con una fotografía que ya ha pasado a la historia, y que ha servido para ilustrar este artículo, donde aparece el torero en el centro de la imagen, tocado con sombrero y ataviado con el elegante abrigo gris claro que momentos antes le había servido a modo de engaño, rodeado de la multitud deseosa de ser inmortalizada en papel al lado de el héroe y con el toro muerto a sus pies listo para ser arrastrado.
La Cruz de Beneficencia
La prensa informó de este suceso y el boca a boca hizo el resto, para que en poco tiempo este hecho diese la vuelta a España. A petición popular y con todos de acuerdo, se tramitó el correspondiente expediente, siéndole concedida la Cruz de Beneficencia por el ministro de Gobernación. El 11 de Octubre de ese mismo año en la corrida de la Asociación de la Prensa el diestro Nicanor Villalta en un acto muy emotivo le colocaba la insignia en la chaquetilla, siendo felicitado a continuación con un efusivo apretón de manos por los demás toreros que ese día compartían cartel con Fortuna (Valencia II, Edmundo Maldonado y el ya citado Villalta con toros de Veragua y Aleas).
Diego Mazquiarán “Fortuna” debía su apodo a un accidente del que salió milagrosamente vivo, cuando en sus andanzas de juventud, en una de tantas escapadas para ir de capea en capea, en la estación de Valladolid, él y otro aspirante a torerillo fueron arrollados por un tren, destrozó a este último que murió en el acto y causó lesiones a Diego de las que curó en un Hospital, fue coetáneo de Joselito El Gallo y de Juan Belmonte, pero logró destacar como gran estoqueador y genial intérprete del volapié, tuvo el honor de estoquear a “Hortelano” de la vacada del duque de Veragua, recién adquirida por Juan Pedro Domecq, el primer toro que pisó el ruedo de la Monumental de Las Ventas el día de su inauguración (17 de Junio de 1931). Esto, sus buenas actuaciones por los cosos taurinos, que también las tuvo sobre todo en sus primeros años como matador y todo lo anteriormente descrito, hicieron de él un torero que gozó de gran cartel y popularidad.
Nota: Existen otras versiones que aclaran que el toro escapado no iba al matadero, si no que iba a ser lidiado en la plaza, y respecto a si utilizó un estoque o el sable que le ofrecieron para acabar con el, hay quien asegura que finalmente utilizó dicho sable. En realidad, de una u otra forma, son detalles sin importancia comparados con el hecho excepcional de acabar con todo un toro en plena calle como antes he descrito, pero aquí queda constancia de todo ello.
Publicado en El Día Taurino por Pablo Galán
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