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26 marzo 2009

El valor y el arte se conjugan en las muñecas de Bresó

El becerrista de Almadenejos Emilio Bresó toreó para sus paisanos en Llanomojao. Realizó dos faenas con dos animales muy distintos, ya que una becerra embiste de diferente manera que un becerro.

El pasado sábado en la placita de Llanomojao quiso probarse el becerrista Emilio Bresó. Torear para todos los que lo siguen en las pocas becerradas que tiene a lo largo del año. Fue un compromiso muy importante, porque no sólo toreaba para el público, sino para uno muy especial: los vecinos de su pueblo, Almadenejos. Allí estuvieron todos apoyando a este joven torero.
Aunque Emilio Bresó está muy nuevo, cosa que es lógica, ya que se trata de un becerrista, tiene algo innato que no todos los toreros tienen. Ese valor y arte a la hora de ponerse delante del becerro. Muy pocos son los privilegiados que poseen este don. Por eso las miradas se tornan atentas ante el toreo que realiza este joven.
El sábado tuvo la oportunidad de torear una becerra y un becerro, embestidas distintas las de estos dos animales.
Bien es cierto que a las becerras no es fácil cogerles la velocidad, hubo momentos en los que se notó la falta de experiencia de Emilio ante su oponente, pero eso se arregla poniéndose muchas veces delante. Sin embargo, con el becerro su toreo fue de más pureza, más sentido, más del gusto de los sabedores de que el toreo no se puede hacer de otra manera, tan sólo como lo estaba haciendo Emilio Bresó.
Ojalá y este joven tenga la suerte que es necesaria en el toreo, puesto que cualidades tiene y muy buenas.

La voz de la experiencia
En el burladero, corrigiendo los errores que como principiante tiene Emilio Bresó, estuvo Félix Jesús Rodríguez, que con la voz de la experiencia le marcaba los terrenos que debía pisar y cómo debía presentarle la muleta. En Almadenejos tienen torero, que puliéndolo poco a poco van a conseguir que llegue alto. Aunque aún le queda un arduo camino para conquistar sus sueños, que no serán otros que ser figura del toreo. Que es lo que sueñan todos los que se ponen delante de un becerro, ir subiendo peldaños poco a poco para estar en el escalafón superior.