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14 julio 2009

Barcelona, ciudad taurina

Hoy, me van a permitir, hablarles de Barcelona, pero no en el sentido que todos ustedes piensan, no me voy a referir a la triunfal encerrona que ha protagonizado José Tomás en la Monumental catalana de la que, con justicia, se ha escrito y se escribirán ríos de tinta y de la que seguro ya habrán recibido buena cuenta. Yo, ahora, me quiero referir al estado pre-agonizante en el que se encuentra la Barcelona taurina en general, una Barcelona herida, no sé si de muerte, por la cornada de los abolicionistas. A pesar del efecto regenerador del torero de Galapagar no deberíamos bajar la guardia. Y es que estos días de atrás, este movimiento progre, ignorante, inculto, sectario, prohibicionista, y por qué no decirlo, nacionalista, de antitaurinos catalanes presentaban en el Parlamento Catalán 180.000 firmas que quieren avalen una Iniciativa legislativa popular para acabar con la práctica de las corridas de toros en esta Comunidad Autónoma.
Los árboles no deberían impedir ver el bosque y aunque muchos no parecen querer enterarse y apelan al “no pasa nada”, deberían darse cuenta de que la Barcelona taurina languidece desde hace ya mucho tiempo y que con una o dos tardes por temporada a plaza llena no es suficiente para sostener esto. Y es que utilizando una metáfora, José Tomás es a Barcelona lo que la medicina al enfermo, que cuando la toma, el enfermo se recupera momentáneamente hasta que pasan los efectos de dicho medicamento, como lo demuestra el hecho de que con un cartelazo en la Monumental en el que estaban anunciados Morante, El Juli y Manzanares con toros de Juan Pedro Domecq solo se registrase una pobre media entrada, sin hablar de otros combinaciones de menor interés a la que suelen acudir aficionados para cubrir únicamente un cuarto o un quinto de su aforo. Pero es que por desgracia y de manera hipócrita, los mismos que se quejan y patalean por no conseguir entradas para ver las corridas de José Tomás, miran para otro lado cuando en los carteles no aparece su nombre.
Si a todo eso unimos el vacío informativo al que se ve sometido el toreo en la prensa escrita, radio y televisión con el beneplácito, por supuesto, de algunos grupos políticos decididos a acabar con todo lo que huela a español en esa Comunidad, pues apaga y vámonos. El propio Salvador Boix, catalán y apoderado de José Tomás lo reconocía hace unos días en una entrevista aparecida en un periódico de tirada nacional, el cual, a la pregunta de cómo veía el futuro de la Fiesta Nacional en su tierra, respondía con un escueto: “Mal, la veo mal. Me temo que con el tiempo van a echar el cerrojo y todo por cuestiones políticas.”. O el propio Albert Boadella que tomando a José Tomás como el referente para reivindicar el toreo y al compromiso total que tiene este con la Fiesta en Barcelona manifestaba: “Lo suyo es una heroicidad, pero me temo que es una batalla perdida”. Pero lo peor no es todo esto, lo peor es el inmovilismo en el que se ha asentado todo el sector de toros y la nula estrategia reivindicativa, inexistente frente a todo lo anteriormente citado; aquí todo el mundo calla y toreros, ganaderos, empresarios y aficionados ni ponemos medios, ni realizamos ninguna maniobra de defensa frente a todos esos ataques.
Llegados a este punto sería justo reivindicar frente a todos aquellos que de manera interesada han eliminado de su memoria, la importancia que tiene y ha tenido esta ciudad para el toreo a lo largo de la historia, una historia que comienza siete siglos atrás, cuando Barcelona veía la primera corrida de toros celebrada entre sus muros, con la participación de un matatoros contratado a tal efecto y celebrada en la Plaza del Rey, acondicionada para albergar dicho espectáculo. En los siglos posteriores se siguieron celebrando festejos de este tipo donde el toro y el caballo eran los protagonistas, y ante el interés creciente de estos, se empiezan a generalizar por toda la geografía catalana. Hasta que en 1834 se inaugura la plaza de La Barceloneta, la primera de sus plazas estables, desde ese momento la afición va en aumento y en 1900 se inaugura la plaza de Las Arenas, dando satisfacción a la demanda popular y convirtiendo a la ciudad como la primera en importancia taurina de toda la geografía española. No conformes con esto, en 1914 y coincidiendo con la época más gloriosa del toreo, la protagonizada por Joselito y Belmonte, se inaugura un tercer coso, llamado del Sport, con capacidad para 12.000 espectadores, ampliado dos años más tarde y reinaugurado con el nombre que todos hoy conocemos de Monumental de Barcelona, convirtiéndose así y con la llegada en 1927 de un empresario llamado Pedro Balañá en la ciudad española que mayor número de festejos organiza en sus dos plazas, ya que por entonces la primera de ellas, la de La Barceloneta había cerrado. Balañá instaura un método que consiste en repetir a los toreros que interesasen al público tantas veces como hiciera falta. Las figuras consagradas no dudan en hacer el paseíllo varias tardes en una temporada y los novilleros que triunfan e interesan al público vuelven a ser incluidos en los carteles. Aquí conviene detenerse en Manolete y Chamaco adoptados como toreros de Barcelona, amén de los Lalanda, Ortega, Aparicio, Camino, Puerta, Ordoñez, los Bienvenida o Bernadó entre otros, sin olvidarnos del que fue mucho antes ídolo de la afición catalana, el gran Lagartijo, primer califa cordobés, el responsable directo de que la música sonase en honor de un torero por primera vez en una plaza de toros, en La Barceloneta.
Hasta que todo este apogeo se vio truncado,- y esto debería servir de aviso para navegantes-, en la década de los setenta, cuando ante la incipiente llegada de extranjeros, deseosos de empaparse de sol y toros, empiezan a darse más festejos que nunca, pero sin calidad ni garantía alguna, que termina por desplazar de los tendidos a la afición catalana que empieza a no tragar con un espectáculo manipulado, ¿les suena esto de algo? En 1977 se cierra Las Arenas y solo queda La Monumental. Todo esto unido a las incipientes campañas europeas en contra de las corridas de toros terminó por calar en la opinión pública catalana, degenerando en un mal entendido y barato ecologismo. Así hasta la llegada de José Tomás.
Y es que, coincidirán conmigo, conocer la Historia nos brinda la posibilidad de tener argumentos y herramientas con las que defender algo tan nuestro, y mal que les pese a algunos, tan enraizado en nuestra cultura como es la Fiesta de toros. Para terminar, me quedo con una reflexión que hacía el periodista catalán y crítico taurino Francisco Marh hace poco en una publicación taurina, decía así: “Atención, si Cataluña cae, si Barcelona deja de dar toros por unas u otras razones, el efecto dominó tendría efectos imprevisibles… las corridas de toros no deberían ser más de lo que son, un espectáculo legal, reglamentado, que ocupa un lugar, por pequeño que sea, en la satisfacción del ocio ciudadano, y que no debería enfrentarse con ninguna otra amenaza para su supervivencia. Utilizar la Fiesta como pantalla de barbarie, ampararse en recogidas de firmas, de quienes nada saben de un rito único y mágico, con liturgia propia, tradición de siglos y fuente de inspiración de los más grandes artistas de todas las disciplinas, no supone más que un ejercicio de cinismo de difícil catalogación.”


Recuerdos de Antaño, por Pablo Galán