29 julio 2010

Tentadero con sabor añejo en la finca ‘El Sabiote’

Los ganaderos de la finca El Sabiote, tanto el padre como el hijo, observaron atentos la evolución de sus eralas desde el burladero. Desde el palco esta la esposa y madre viendo como se desarrollaba la tienta.
No todas las plazas de tientas son iguales. Lo mismo pasa con los cosos taurinos. Cada una tiene su personalidad, y por su puesto su historia. No iba a ser menos la placita de tientas propiedad de los Frías. Esa plaza tiene un sabor añejo como pocas. Evoca otra época, donde la sencillez reinaba en el país. Esa sencillez se ha quedado dentro de los límites de El Sabiote, con sus propietarios como muestra de ello.
El primer tentadero del año. En fechas muy tardía, como le ha pasado al resto de ganaderías, debido al temporal acaecido en el territorio español.
Una de las condiciones indispensables para tentar en casa de la familia Frías es que los toreros deben ir vestidos como toreros, o sea con su traje corto. Nada de vaqueros o pantalones de chandal, la elegancia debe estar marcada en el campo, y sobre todo en sus faenas.
Por ello los tres toreros iban con su traje corto, ya que conocían los gustos de los ganaderos y no era la primera vez que tentaban en la finca. Luis Miguel Vázquez repitió al día siguiente, un tentadero para él solo. El primer día estuvo acompañado de Sergio Marín y de José Manuel Mas. También estuvo de tapia Vicente Forero, que en un corral aparte tentó todas las becerras cuando los toreros terminaron su labor. Aunque tuvo la suerte que el ganadero le permitió estar en la plaza tentando, para que lo pudieran ver. Fue una sola becerra pero lo suficiente para ver su calidad de torero.
Dos eralas para cada uno de los toreros, con condiciones diferentes, pero para eso estaba las mirada experta de los ganaderos. Sabiendo seleccionar a las becerras de la ganadería, puesto que serán las futuras madres de los toros que se lidien en la plaza.
En el caballo algunas empujaron con más fuerza que otras, pero la nobleza fue la nota predominante de las vacas.
También se tentó un toro que no se llegó a quemar, puesto que en el caballo no terminó de cumplir. No se empleaba, y como no era lo que estaban buscando sus propietarios para dejarlo de semental, lo devolvieron al campo. Ni un capote ni una muleta vio dicho animal. Tan sólo el peto del caballo y las ramas para citarlo y llamar su atención para sacarlo o ponerlo al caballo de picar.

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