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20 agosto 2010

De Antonio Cañero a Diego Ventura

La pureza del toreo a caballo de Diego Ventura hizo las delicias del público, consiguiendo abrir la primera puerta grande de la Feria. No tuvieron la misma suerte Andy Cartagena y Leonardo Hernández.
Mucho ha evolucionado el bello arte del rejoneo desde aquellos tiempos en los que el gran jinete cordobés, Antonio Cañero, deleitara con su espléndida monta, allá por los año 20, a quien acudía a las plazas de toros.
Si el toreo a pie ha sufrido una evolución grande en el último siglo, en el toreo a caballo ha sido total.
En nada se parece lo que realizaban a lomos de sus cabalgaduras Cañero, Nuncio, Conchita Cintrón, El Duque de Pino Hermoso, pasando por los llamados “Cuatro jinetes del apoteosis”, Ángel y Rafael Peralta, Álvaro Domecq hijo, y José Samuel Lupi, para llegar al niño Moura, Pablo Hermoso de Mendoza y el último revolucionario, Diego Ventura, cuya actuación presenciamos ayer en la plaza de toros de Ciudad Real.
Este torero a caballo, junto al navarro Pablo Hermoso de Mendoza, representan el nuevo toreo a caballo cargado de espectacularidad y que en nada se parece el que realizaba el maestro Cañero ante toros de muy distinta condición a los que se han lidiado hoy en la plaza de nuestra capital.
Entrando en lo que ha sido el desarrollo de la corrida digamos que la plaza presentaba una muy aceptable entrada rondando los tres cuartos del aforo cubierto.
Andy Cartagena, en su primero un toro muy flojo, que pronto se paró, tuvo que hacerlo todo él dejando constancia del dominio de sus cabalgaduras. Clavó un sólo rejón de castigo, luciéndose al clavar banderillas al violín que fue lo más acertado de su actuación rematada de un tercero rejón, que hizo rodar al toro. Por lo que le fue concedida una oreja.
En su segundo, tuvo que recurrir a los adornos principalmente cabriolas para suplir la falta de emoción de un toro soso y descastado. De nuevo clava al violín banderillas cortas, finalizando con la rosa. Al hacer un mal uso de los aceros se vio privado de la obtención de algún nuevo trofeo.
El lisboeta Diego Ventura poco pudo hacer ante su primero al que proporcionó con la grupa de su caballo bellos lances que el mismo torero de la Puebla del Río hubiera firmado con el capote. Tras clavar un único rejón de castigo, continuó con banderillas largas y cortas sin especial lucimiento. Solicitó permiso a la presidencia para colocar un par de las cortas a dos manos, permiso que le fue denegado de forma correcta por el presidente, ya que había rebasado el número de banderillas permitido por el reglamento. Cortó una oreja solicitada con fuerza por el respetable.
En el quinto de la tarde, el de más peso de la corrida, tras un rejón de castigo clava banderillas e intenta recortar por los adentros, cayéndose el toro desluciendo el intento del caballero. Aparece Morante en el ruedo y con él el númerito de morder el lomo del toro, que gusta mucho al respetable y poco a los aficionados. Clava un par a dos manos muy espectacular y mata de rejón clavado en dos tiempos, que fulminan al astado, que llevan a sus manos las dos orejas.
No ha sido la tarde del pacense Leonardo Hernández, aunque el ganado no ha colaborado como para permitir su lucimiento, le hemos encontrado en general desacertado a la hora de clavar tantos rejones de castigo como banderillas, siendo lo mejor de su actuación un gran par a dos manos en el tercero de la tarde.
En el que cerraba plaza poco que reseñar ante un toro que llegó a echarse dejando claro lo que había manifestado, su mansedumbre. Remató su actuación en el último feamente con el rejón de muerte siendo silenciada su labor.