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04 noviembre 2011

Herrando a fuego los añojos en Pinos Bajos

Una de las labores camperas más importantes en las dehesas españolas es el herradero. Labor que en Pinos Bajos ha comenzado. Los ganaderos de Víctor y Marín herraron a sus añojos el pasado lunes, un total de 66 entre machos y hembras fueron pasando por el cajón de herrar para adquirir su identidad propia. Una vez marcados a fuego es cuando empiezan a contar en la ganadería.

Amanecía un día soleado, espléndido para la jornada campera. Aunque parezca mentira con el tiempo a favor los becerros se manejan mejor. A Pinos Bajos van acudiendo los ganaderos Felipe Lasanta y José Luis Marín. Allí está el mayoral Ignacio Sánchez junto con su padre, Dionisio, ya tienen apartados a los añojos, preparados para empezar con la faena campera. El resto de personal llega a la hora prevista, al igual que el veterinario y la guardia civil para comprobar que todo se haga correctamente.

La compenetración es fundamental y cada uno debe estar colocado en su lugar para que todo transcurra satisfactoriamente. Las puertas se van abriendo para que el becerro pase y llegue a su destino, al cajón de herrar. Allí se le amarra para hacerle la muesca en la oreja como señal identificativa de la ganadería, se le ponen las vacunas y se le marca con los cuatro hierros correspondientes.

La letra U, significa que la ganadería pertenece a la Unión de Criadores de Toros de Lidia.
La marca, que corresponde al hierro de la ganadería, en esta ocasión el de Víctor y Marín.
El número, que es el asignado al animal por la ganadería.
El guarismo, en este caso el número 1, perteneciente al año en el que ha nacido el animal.

Una vez herrados se abría el cajón para darle salida. Los machos a un corral y las hembras a otras. Un total de 43 machos y 23 hembras fueron herradas esa mañana. Aún queda la mitad de la camada para herrarlos, cuando cumplan con la edad para poder empezar a tener su identidad en esta ganadería fernanduca.

Mientras la faena de herrar se desarrollaba en una parte de la finca, en lo más alto se veían a los erales que bajaban. En otro cercado los utreros pacían tranquilamente. Todos ellos habían pasado por ese trance años anteriores.

Texto publicado en Burladero.com