27 julio 2013

El temple de Aníbal Ruiz y el buen lote de Sánchez Vara abren la puerta grande de Almadén

Eugenio Pérez, que sustituía a Pérez Mota, tuvo que irse a pie



Con un tercio de entrada, en tarde apacible, se han lidiado seis astados de la ganadería de El Ventorillo, bien presentado, nobles y de buen juego. Vuelta al ruedo al quinto de la tarde, “Coleto” herrado con el número 88. Tras deshacerse el paseíllo se guardó un minuto de silencio por las víctimas del accidente ferroviario de Santiago de Compostela. 

Templada estaba la tarde, sin un ápice de calor que molestara en los tendidos ni en el ruedo. El único temple que se vislumbraba era el de las muñecas de Aníbal Ruiz, que supo templar de una manera magistral a su primer enemigo. Verónicas que pronto calaron en el tendido y que gustaron por su forma de ser dibujadas en el albero. Pero no fueron los únicos lances con el capote que dio Aníbal. Un quite por chicuelinas dejó constancia nuevamente de ese temple. Con la muleta se vivieron dos momentos diferentes. Un primero, que iba en sintonía con los compases con el percal, donde llevó muy templado y embebido a la muleta a el de El Ventorrillo. Y un segundo, en el que el toro no se dejó templar. Mató de estocada y arrancó la primera oreja. 



En el cuarto de la tarde, un bonito toro de estampa, poco quiso saber del capote que le ofrecía el de Alcázar de San Juan. No lo tomaba con la codicia que debería, sin prestarle atención. Para ponerle la emoción que le faltaba al toro, Aníbal Ruiz se sentó en el estribo para comenzar la faena muleteril. Al burel le costó encontrar la sintonía y entrar en la muleta del torero, pero la mano experta del diestro fue arma más que suficiente para someterlo. Destacar el final de faena al natural. Mató de media estocada, estocada casi entera y descabello. Dos orejas. 

Sánchez Vara tuvo la suerte de cara, le tocó el mejor lote, y supo aprovecharlo de principio a fin. A su primero lo recibió a la verónica combinando con chicuelinas y una revolera, pronto llegó a los tendidos su saludo. Para seguir reclamando la atención del respetable en el tercio de banderillas, donde dejó tres pares siendo al violín el que cerraba el ciclo. Con la muleta se vio un Sánchez Vara con mucho oficio y que sabe aprovechar las buenas embestidas de sus enemigos. Ante un animal tan noble dejó pasajes de gran calidad, como los dados al natural. Estocada tendida y caída. Oreja. 



Y como dice el refrán “No hay quinto mal” y efectivamente así fue. El mejor del encierro Salió por toriles. De nombre “Coleto” herrado con el número 88. Un ejemplar de una gran calidad y nobleza, premio que se le concedió con la vuelta al ruedo. En el tercio y con la rodilla en tierra Sánchez Vara le dio dos largas cambiadas, ya el torero se olió la calidad de este ejemplar, y siguió toreándolo a la verónica. Con chicuelinas al paso lo condujo hasta la jurisdicción del picador. Y no iba a dejar sin más muestra de su saber capoteril, quitó por navarras rematando con revolera. Bello para al quiebro el que dejó en tercer lugar. Con las rodillas en tierra comenzó la faena muleteril. De nuevo un gran toro al que había que hacerle las cosas muy bien, y así lo entendió Sánchez Vara que le imprimió temple y torería. Estocada que sale despedida y tiene que volver a entrar a matar dejando una casi entera. Le suena un aviso pero aún así corta las dos orejas y se le concede la vuelta al ruedo a este buen ejemplar. 

Mala suerte tuvo con el tercero Eugenio Pérez, que entró por la vía de la sustitución. Se topó con un ejemplar muy paradito, al que había que hacerle todo y poco ayudaba al torero. Un toro al que le costaba tomar los trastos que le ofrecían, y el que pronto se rajó. Estocada caída, aviso y silencio para el torero. 



En el que cerraba plaza, Eugenio Pérez quiso quitarse la espinita y el mal sabor de boca que le había dejado su primer enemigo, pero en esta ocasión fue la tizona la que le distancio del triunfo. La que no quiso que saboreara las mieles del éxito junto a sus compañeros de terna. A pesar de no salir por la puerta grande, sino hacerlo a pie, dejó constancia tanto con el capote y con la muleta de que hay madera de torero. Tras varios pinchazos consiguió la estocada, que de poco le sirvió, sino para silenciar su labor. 

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