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01 julio 2015

Un Enrique VIII más humano intepretado por Sergio Peris-Mencheta

Sergio Peris-Mencheta encarna el personaje del Rey Enrique VIII, un rey diferente al que estamos aconstumbrados a ver. Calderón hizo un retrato del lado más humano de dicho monarca. Lo mejor para ver esta obra, dirigida por Nacho García, es ir con la mente en blanco para poder disfrutar del espectáculo en todo su esplendor, dejando a un lado al otro rey Enrique VIII. Puesto que sorprenderá el interpretado por Peris-Mencheta.

A  un día de inaugurar el Festival de Teatro Clásico de Almagro la Compañía Nacional de Teatro Clásico con la obra Enrique VIII y la cisma de Inglaterra, Sergio Peris-Mencheta nos ofrece parte de su visión del personaje que interpreta. A pesar que al actor no le gusta hablar de Enrique VIII puesto que todo espectador que se sienta en la butaca va con el estigma o prototipo del que se ha visto reflejado en otras obras.

- Enrique VIII es un personaje tirano, que se debate entre su libertad y su destino, 
¿ha supuesto un reto representarlo?

-Para empezar, no lo considero un personaje tirano. Por lo menos el punto de vista que se da en la función, creo que es bastante abierto y que nos permite empatizar un poco más que con ver en el escenario un tirano. Precisamente la dimensión humana es lo que ha querido resaltar, lo que le ha interesado a Nacho García y lo que creo que resalta de la adaptación que ha hecho con Antuñano. Que no se ve tanto el cliché. Por eso me cuesta mucho hablar de Enrique VIII, porque todo el mundo tiene una idea de Enrique VIII.

-Más enfocada a Shakespeare. 

-Claro, más el de Shakespeare. Más el de los Tudor, ultimamente. Más aquel que decapitó a unas cuantas de sus mujeres. Esto es un momento de la historia de Enrique VIII, que es un ser humano que se debate entre lo que desea y su deber. Más allá, insisto, de connotaciones, que creo que lo que hacen es que ya cada uno va con lo que la moral colectiva le ha dictado cuando se sienta en la butaca a ver Enrique VIII y de repente va a descubrir el lado más humano del personaje.

- Cuando le presentan el guión con su personaje, ¿qué es lo primero que le pasa por la cabeza?

-Que difícil es decir todos estos versos y acordarme de todo y respetar la métrica.
-Es la primera vez que actúa junto a la Compañía Nacional de Teatro, ¿qué le ha aportado?
-Como he dicho en rueda de prensa conocer una nueva herramienta, que lejos de ser una herramienta que encorseta, es una herramienta que da pistas sobre como se hace y como se interpreta el personaje. Y que no por ello te quita libertad para manejarte dentro de esas pistas, eso por un lado. Y por otro, poder entender, no sé, que es una pena que hayamos dejado de hablar en verso. Me encataría.

-¿Volver?

-Sí. No tanto porque rime, que además si encima rima es mucho más bonito. Imagínate que estuvieramos tú y yo haciendo una entrevista y tú me preguntaras en octosílabos y yo te respondiera en endecasílabos y rimados además. Probablemente incluso tendríamos mucho más despierto el ingenio. Luego aparte, el vocabulario hoy en día da para mucho. Sobre todo, en el caso de los políticos, para no decir muchas cosas. Con el verso no te queda otra que poder decir las mismas cosas a través de metáforas y utilizando recursos estilísticos, que siempre son mucho más divertidos que decir otra cosa.

-Siempre dicen que hay una primera vez, pero en su caso, en esta obra en concreto, hay dos, aparte de trabajar con la CNT, es también la primera que interpreta un clásico en verso. 

-Sí, un clásico en verso, sí. He hecho muchos clásicos porque estoy encasillado en personaje de época e históricos. Pero es la verdad que es la primera vez que hago un personaje en verso, y  creo que ahí es donde está para mí la principal dificultad. El decir esas palabras que en una primera lectura son difíciles de entender una detrás de otras. Que encima corresponden, como te digo, a una medida concreta y no hay que salirse de esa medida. Que responden además al impulso que le pasa por dentro al personaje, y todo ello hay que cuadrarlo y hacerlo casar. Sobre todo, que cada día esa función esté viva y no se convierta en un recitado. Para mí ese es el peligro del teatro en verso, que se convierte en un recitado. Que el público se aburra, que diga que rima, que está muy bien escrito, pero es que no me interesa la historia. Poder contar una historia con esas herramientas y con un Calderón joven, además, como es el de La cisma de Inglaterra, pues es todo un reto. Estoy muy contento de haber asumido el reto, de haberme atrevido y del resultado, la verdad. No soy muy de pensar en los resultados. Soy más de los procesos, pero creo que llenar todos los días el Pavón y que la gente se quede fuera, que la gente aplauda como lo hacía y se ponga en pie, es señal de que ha cuajado la idea de Nacho García.

-Entonces ya puede decir que no es una asignatura pendiente el interpretar en verso como comentaba en la rueda de prensa. 

-No, no para nada. Ya dejó de serlo desde el momento que estrené. Digamos que puse una X en las tareas pendientes. Ésta está cumplida.

-¿Es fácil pasar de dirigir a ser dirigido?

-Cada vez es más fácil. Es decir, gracias a dirigir uno comprende mucho mejor, empatiza mucho más con el director y entiende mucho más las premisas desde un lugar sano. También es verdad, que ahora, antes de decir que sí a un nuevo proyecto, me siento con el director a hablar, para ver si su punto de vista y su manera de trabajar, me apetece o no me apetece, comulga conmigo o no. Sino comulga, aunque el texto me encante, o aunque sea un paso muy importante en mi carrera, esa cosa que se dice "y es un paso importante en tu carrera", pues prefiero no hacerlo. Sobre todo en teatro. Por que el teatro tiene que ser un lugar donde uno se encuentre a gusto. Y no te puedes encontrar a gusto si el criterio del director difiere mucho del tuyo.

-Podríamos decir que Calderón hizo una versión más light del personaje de Enrique VIII, incluso se llega a ver el arrepentimiento que en la de Shakespeare no pasa nunca. 

-Lo salva. Calderón al final decide salvarlo. Lo cual no quita que haya una crítica feroz al gobernante. No tanto a Enrique VIII. Es decir, evidentemente Calderón usa a Enrique VIII para vivir el rey que él vivió, Felipe IV. Lo usa como metáfora, porque evidentemente no  es el Enrique VIII que conocemos por Shakespeare, ni el Enrique VIII que conocemos por los cronistas ingleses de lo que se hablaba de ese Enrique VIII. Es su punto de vista, intentar contar la historia de un tío que está en manos de otro que es realmente el que mueve los hilos y el que le convence para que haga según que cosas. En este caso creo que era el Conde Duque de Olivares.

-¿Qué cualidades de su carácter ha imprimido en su personaje para darle más riqueza, si cabe?

-No lo sé, eso es algo que desde dentro es imposible verlo, es un ángulo muerto. Eso es algo que te puede contestar el director. Yo me pongo yo por entero y el director me dice, "cuidado eso no es Enrique VIII", eso tampoco, eso tampoco. Y voy quitándole lo que sobra, que tampoco es algo muy concreto, pero sí se los terrenos que no puedo pisar, porque me cambiaría de personaje, me pondría a hacer otro. En cualquier caso, el hecho de ponerse una corona y de sentarse en un trono, te coloca un lugar muy distinto al que uno esta habituado a habitar. Eso modifica una pauta, todos tenemos un rey dentro. Todos tenemos un déspota, un tirano, un lujurioso, un asesino. La ventaja que tenemos los actores es que eso lo podemos expurgar, lo podemos jugar. Y vosotros los que no actuáis, lo que hacési es, llevar como dicen, la procesión va por dentro. Creo que es muy difícil ver que un actor, que realmente es un actor, que está dedicado a su faceta más artística y menos a su faceta más vanidosa, enferme por depresión. Es muy difícil. O que tenga una enfermedad de estas psicosomáticas que tienen mucho que ver con el estado de ánimo, porque realmente trabajas y haces los papeles que te gustan hacer y te metes en vericuetos que permiten viajar en paraísos que de otra manera no transitarías, es bastante difícil que uno enferme.

-Hace muchos años que Calderón escribió esta obra, ¿cree que se asemeja a la situación actual en la que vivimos?

-Siempre porque es un clásico. Y los clásicos lo que tienen es que siguen contando la esencia del ser humano. Insisto, esto es una obra que habla de seres humanos que detentan poder. Que tienen una responsabilidad política, pero son seres humanos. En ningún momento hemos actuado en rey. Se actúa el rey, en todo caso, cuando él mismo se pone en el protocolo de la corte, de ser el rey. Y cuidaó, aquí el rey soy yo. En general estamos hablando de lo que se ve a través del agujero de la cerradura de una alcoba. Es decir, el público asiste, no a la parte más protocolaria, sino a la parte más humana. Dicho esto, sí, evidentemente, estamos en un momento, concretamente hoy y estos días, en un momento en el que un gobernante ha decidido cumpliendo con su palabra y con el deber  que se le presume a un gobernante, de dar la palabra al pueblo, para que decida sobre algo que le incumbe, que le implica y de lo cual depende su futuro, su presente y el futuro de sus hijos. Más allá de lo que salga en este referendum, creo que  es una demostración, desde mi punto de vista, llamémosla maravillosa, de lo que debería ser un gobernante. De alguien que no se quita el marrón, ni mucho menos, todo lo contrario. Asume el marrón del gobernante y le da la palabra al pueblo. Evidentemente, otro gallo habría cantando si Enrique hubiera dicho a su pueblo, bueno le corto o no le corto la cabeza a esta chica. No sabemos lo que hubiera contestado el pueblo. En cualquier caso, él tomó la decisión y el pueblo se arremolinó alrededor del alguacil y el verdugo, y asumió que era lo mejor que podía pasar. Se dejó de hacer pregunta. Creo que el gobernante es aquel que permite que el pueblo se haga preguntas y que el pueblo pueda emitir respuestas también. Que no solamente sea uno que mira por el agujero de la cerradura.

-¿Cómo se prepara un actor un personaje tan representativo y a la vez poderoso? Existe inspiración en alguien, aunque hemos dicho que el de Shakespeare no sirve de ejemplo.

-No. Siempre hay una inspiración. Trato de dejar de ver. Ni me pongo a ver los Tudor. Ni me pongo a ver las películas de Richard Burton. Eso ya está, si en su día lo ví, pues algo quedará. No, yo cojo el texto y me pongo a imaginar quién es el otro para mí. Quién es Volseo para mí, quién es Catalina para mí, quién es la infanta para mí, quién es Pasquín para mí. Y en relación a quienes son todos esos para mí, yo me defino. Y creo que es así como nos definimos los seres humanos en un momento concreto. Es decir, yo ahora mismo, no soy Sergio en su integridad, soy Sergio siendo entrevistado. Y yo me comporto contigo, es decir, este personaje que estoy interpretando yo, es en relación a contigo. Igual que tú, tú no eres igual que eres con tu familia, con tus padres, tú eres como eres conmigo. Si el público viera esta obra de teatro definiría que esta periodista, es una periodista y que este chico, es un entrevistado, que además es actor. Es como siempre pongo el mismo ejemplo. El bufón es un bufón cuando hay un rey, cuando no es un padre de familia, si es que tiene familia. Entonces a mí, me gusta siempre ver quienes son los otros con respecto a mi, cómo me influye lo que hace Volseo, cómo me influye lo que hace Catalina, cómo me influye lo que hace Pasquín. Porque no es lo mismo, no es igual, a como le influiría a Sergio lo que hace Volseo, Catalina, Pasquín. De repente lees el texto y dices, mira me influye de esta manera, con lo cual mi personaje. En el flash que propone Calderón, en ese trozo de la historia que propone, no vemos hacer caca a Enrique, no lo vemos comer, no sabemos cómo dormía. Una serie de cosas que diríamos que completan un carácter, es el 99,99% del carácter. Lo que vemos es ese 0,00001% que es el que nos propone Calderón. Y ese está escrito. Ese no está en los libros de historia, no está en los museos, ni está en las películas, en los puntos de mira que han tenido unos y otros. Ese está en el texto y la relación que hay entre él y los personajes de la novela.

-Y por último, ¿qué espera de los días en los que actúan en el Festival de Almagro?

-Ah, espero pasármelo muy bien y pasar poco calor. Es decir, pasármelo muy bien para no darme cuenta del calor que hace.

- Y con los trajes que llevan.

-Pasármelo muy bien para no darme cuenta del calor que hace. Sí porque llevo mucho, mucho traje y además me muevo mucho. Sé que voy a sudar, porque ya sudé en el Pavón. Pero si me lo paso bien, no me importará el calor.

-Entonces recomienda la obra.

-Por supuesto que la recomiendo, de todas formas no hace falta recomendarla mucho esta obra. Hay mucho vendido y la verdad es que mejor plan que venir a ver a Tim Robbins y a la Compañía Nacional de Teatro estos días. Inmejorable.