“El mundo está vuelto del revés.
Tiene la cabeza donde tienen que estar los pies”. Con este estribillo nos
sumergen los actores en los distintos actos de un Ricardo III muy cruel, que
sólo ambiciona reinar a costa de la muerte de los que le rodean. De esta forma
quiere afligir su deformidad de nacimiento. Una obra que te sumerge en otro
tiempo y te lleva hasta la época en que Shakespeare lo escribiera, en la que
Eduardo Vasco no ha escatimado nada para ofrecer al público.
Arturo Querejeta es el encargado
de dar vida a Ricardo III, donde la ironía forma parte de la función en todo su
contenido. Y sobre todo la maldad de un hombre que por encima de todo quiere
reinar, cosa que nunca conseguiría por modo propio, ya que su deformidad se lo
impide. Aun así se las ingenia para matar primer a su hermano Eduardo que es el
monarca en ese momento, para posteriormente dar muerte a sus sobrinos y así no
dejar ninguna línea de sucesión. Por si esto fuera poco, también se carga a su
otro hermano tras engañarlo con mentiras creyendo que el Rey es el causante de
todo lo que le pasa.
Con el camino libre de herederos
consigue proclamarse rey a lo que se opone tanto su madre como su cuñada, a
Ricardo le da todo igual, puesto que sólo actúa con maldad. Una maldad que ha
ido creciendo en él a lo largo de los años. Maldad que ha ido destruyendo a
todos los que se topan con él en su camino. Aunque al final el espíritu de uno
de sus enemigos acaba con él. Es el propio príncipe de Gales quién acaba con la
maldad y crueldad de Ricardo III.
Una obra de una gran calidad que
te hace sumergirte en la prosa de Shakespeare, la que te evoca que en la vida
no hay que actuar con maldad y con ambición puesto que nadie sale impune al
hacer el mal. Tarde o temprano todo vuelve a su ser y cada uno está donde se
merece. Así lo ha reflejado Eduardo Vasco en esta obra que de nuevo llega a la
Antigua Universidad Renacentista para cautivar al espectador.
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