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08 julio 2016

Lluvia de aplausos ante un alcalde muy justo

A pesar de lo oscura y fea que se puso al principio la noche con la lluvia, al final esas gotas se transformaron en aplausos al acabar el espectáculo. Hasta en cinco ocasiones tuvieron que salir a saludar el elenco de actores que representó El alcalde de Zalamea, en el Hospital de San Juan, el día de la inauguración del Festival. Una obra clásica en la que Helena Pimenta y su equipo se coronan en lo más alto del Siglo de Oro.

Si tuviéramos que apostar, a las diez de la noche, sobre si arrancaría el Festival de Teatro Clásico, las predicciones serían negativas. La lluvia hizo acto de presencia. Aun así, no mermó el ánimo del espectador, que paraguas en mano hacía cola para poder ver el espectáculo de la Compañía Nacional de Teatro Clásico. La expectativa estaba servida. Algunos lanzaban rumores de que pensaban suspender, con el tiempo cómo se iban a arriesgar. El mundo no está hecho de cobardes y tras lo que lleva consigo el montaje de la obra, sobre todo las ilusiones de ofrecer una representación digna de la apertura del Festival, no iban a dejar en manos del tiempo tal decisión.

A las 22:40h las puertas del Hospital de San Juan se abrieron, y con ellas la esperanza de los presentes. El temor de la suspensión se disipó como gota de agua frente a los rayos del sol, cuando la directora de la obra, Helena Pimenta, anunció que sobre las once se abrirían las puertas, que estaban limpiando todas las butacas. Una gran ilusión se reflejó en el rostro de la concurrencia.

El retraso de media hora que sufrió la obra, bien mereció la espera, puesto que el espectáculo que nos esperaba era digno de ver. Como siempre, que encima de las tablas está la Compañía, el éxito está asegurado, no defraudan.

El reflejo de las primeras imágenes, a cámara lenta, donde se desarrolla un partido de pelota vasca, hizo imaginar un Alcalde de Zalamea muy diferente de lo que en realidad es el clásico del Siglo de Oro. Frente a un escenario sencillo, reflejo de un corral de los de antaño, se desarrolló la acción en la que se narra el abuso de poder y las injusticas que los tercios españoles hacían en aquella época, en las casas humildes de las localidades por las que pasaban.

En esta ocasión, fue en el pueblo de Zalamea, donde los soldados descansaron en la casa del más pudiente del lugar, Pedro Crespo, encarnado por un magistral Carmelo Gómez que le confería a la obra tal magnitud. Desde el minuto uno el espectador sintió la fuerza de su interpretación. Un don Pedro con una gran serenidad, a pesar de las circunstancias por las que pasa, en las que al final, consigue justicia por el deshonor que han causado a su hija, tras ser nombrado alcalde de la villa.  Un don Pedro que mantiene un duelo verbal con don Lope, duelo de dos titanes en el escenario, que centran la atención principal de la obra.

Importante, también, la actuación de don Lope, en esta ocasión interpretado por un grande del teatro como es Joaquín Notario, destacando de su personaje la fuerza que tienen a la hora de mostrar su disgusto y asumir el poder. Notario hace suyo el papel, lo lleva a siglos pasados, creando esa energía que impera en la simbiosis con Gómez, ya que sus escenas se convierten en puro placer.

No hay que olvidarse de Nuria Gallardo, en su papel de Isabel, la hija deshonrada, que aparece en escena de forma tímida para ir cogiendo fuerza a lo largo de la trama. Impresionante el monólogo tras la violación y más emotivo el reencuentro con su padre.

El punto de maldad lo pone en esta ocasión Jesús Noguero, con el papel de capitán don Álvaro de Ataide. Transmite el capricho de un capitán por conseguir cuanto desea. En esta ocasión a la joven Isabel a la que rapta y viola. Gracias a la justicia no sale impune de sus fechorías. Por mucho que don Lope intenta evitarlo. Cuando en la escena final aparece el Rey, no pone en duda la decisión acertada del alcalde.

El punto cómico de la obra lo pusieron David Lorente y Clara Sanchís con los personajes de Rebolledo y La Chispa, dos soldados al servicio del capitán en todo lo que les manda, a veces acertadamente y otras no tanto. La música y la alegría relajan los momentos de tensión.

No quiero olvidarme del papel de Rafael Castejón, como el hijo del alcalde, que al final quiere vengar la deshonra de su familia matando a su hermana. Antes había herido al capitán por lo que había hecho. Su padre también lo prende preso, evitando así una tragedia más.

De nuevo Helena Pimenta ha acertado con los clásicos presentándonos un Alcalde de Zalamea con una interpretación magnífica en la que a pesar de la dureza de la obra ha sabido transmitir emoción, diversión e intensidad. Con un majestuoso elenco que han sabido mantener al espectador sentado en su butaca expectantes por el desarrollo de la misma. Muestra de ello fue el tributo, a modo de ovación, que le brindaron al trabajo realizado.

Si hubiera que ponerle un pero a la obra, sería el sonido, que en algunas escenas no llegaba con claridad de lo bajo que se escuchaba. Por lo demás todo perfecto, iluminación, escenario, vestuario, e incluso la música.


Una obra digna de ver en un escenario como es el Hospital de San Juan, desde aquí una invitación para no perderse esta obra. Muchas veces se ha representado pero al final acaba sorprendiéndote esta nueva versión de la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Hasta el 17 de julio tienen oportunidad de verla en un enclave como es Almagro.