31 julio 2017

De rufián a santo a través de un continente

EN SEVILLA ERA UN CANALLA Y EN MÉXICO LO QUIEREN CANONIZAR

Una de las ocho comedias que escribiera Miguel de Cervantes, entre los años 1605 a 1615, fue ‘El rufián dichoso’ que se interpretó en el Corral de Comedias por la compañía Producciones Teatrales Siglo de Oro. Obra de mucha acción con dos partes: una en Sevilla donde habita el rufián Cristóbal de Lugo y otra en México donde entra en un convento y lo quieren incluso hacer santo tras morir lleno de llagas.


Con tan sólo una función y un Corral a reventar se representó ‘El Rufián dichoso’. Pelea en los bajos fondos de la sociedad hispalense para introducirnos en la vida de Cristóbal de Lugo, criado del inquisidor Tello de Sandoval y su mujer, María de Sandoval. Este rufián al sentirse protegido por sus amos, campaba a sus anchas, con total libertad, haciendo lo que le venía en gana junto a su fiel amigo Lagartija. No hay quien los pare en sus fechorías, hasta que alguien les planta cara y sus correrías se terminan. Se alguien no es otro que el alguacil.

Es a partir de ese momento en el que deciden cambiar de aires y cruzan el charco para ingresar en un convento en México. De esa forma quiere limpiar su conciencia. Tal es el asunto que se contagia su cuerpo con llagas al atender a una feligresa. En el final de sus días cuando ya no le queda poca vida, le comunican que lo quieren hacer santo. Algo en su humilde opinión no ve. Su amigo Lagartijo lo acompaña en esos momentos como Fray Antonio.

Un canalla que después de hacer el mal se transforma parar convertirse en santo. Aunque según Cervantes: “Quien vive bien, muere bien; Quien mal vive, muere mal”. A pesar de que este no fue el caso de su protagonista. Las excepciones existen. Con un elenco en el que la expresividad de sus cuerpos habla más que sus versos demostraron que estar en el Corral interpretando esta obra tiene su aquel. Tanto Nicolás Illoro, Pablo Vázquez, Javier Collado, Alejandra Mayo como Montse Díez, Julio Hidalgo, José Juan Sevilla, Raquel Nogueira y Raúl Pulido dejaron buena constancia de sus dotes sobre las tablas.

Con un escenario muy sencillo en el que la única pieza de attrezzo era la silla de rueda en la que terminó el rufián al estar su cuerpo plagado de llagas. Lo demás se sostenía con los recursos que alberga el escenario del Corral de Comedias de Almagro por donde los siete actores dan vida a los personajes de esta comedia cervantina, algunos de ellos desdoblando las personalidades.



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