Con el estreno absoluto, de la
obra ‘Erminia’, se ponía punto y final al After CLASSICS. Un monólogo dramático
con el que debías entrar desde un primer momento en la obra. La voz de Sandra
Arpa subía y bajaba según lo requería el texto al ritmo de la música con el
micrófono de mano, y sino con el de fondo. Un juego de voces que te mantenía
alerta.
Enfrentarse a un público siempre
es una cuestión difícil, y mucho más a la crítica. Así es como afronta Erminia
su conferencia, hablando de tú a tú a los críticos, dictándoles lo que deben
destacar de su personaje. Con un ‘apunten’ apostillaba una reflexión sobre el
error que habían tenido a lo largo de los siglos. De este modo pretendía que no
sacaran conclusiones erróneas al leer lo que Torcuato Tasso pudiera escribir en
su obra “Gerusalemme Liberata”.
Erminia hizo una diatriba con
revelaciones inéditas, como aquella que revela que es homosexual. Que tiene
alma y que la arcadia es un lugar mágico en su imaginación. Todo ello con un
desarrollo exhaustivo de lo escrito sobre su personaje de ficción durante la
Primera Cruzada. A lo largo de los setenta minutos que dura la obra, se ve la
transformación de Erminia desde la dama de la novela caballeresca hasta el
absurdo y enajenado personaje de tragedia contemporánea.
Con un escenario en el que tan
sólo lo acompañan una mesa que sujeta el portátil en el que la propia actriz
pone la música según la necesidad de su palabra en escena, a un micrófono con
adaptador de voz para darle más ímpetu a su diálogo. Completando el attrezzo
con una palancana para quemar los papeles que tenía a pie de micro. Su capa con
la que sale a escena y termina la obra forma parte fundamental de su personaje.
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