Con una magistral representación,
Juan Echanove, brilla en su papel de Quevedo. Brilla con luz propia sacando al
Quevedo más íntimo, al que nadie conocía. Al de sus últimas horas en las que
los sueños se mezclaban con la realidad. Sueños que dicen verdades. Verdades
que duelen y prefieren estar ocultas en un sanatorio mental. Compleja obra en
la que cuesta buscar ese lazo conductor que es viable para que un espectáculo
fluya.
Agua, hielo, blanco, sueños son
las primeras palabras que aparecen en el escenario antes de que Echanove llegue
a él para representar uno de los mejores papeles de su vida. Esa manera de
interpretar a un Quevedo decrépito en los últimos días de su existencia hace
que la obra alcance unas cotas muy altas.
En el sanatorio en el que está
encerrado revive momentos de su vida. Hace un juicio de valores de la
decadencia de España. ‘Sueños’ es la obra más personal de Quevedo, en ella hace
una crónica dolorosa y lúcida de una España presa de la corrupción de las
monarquías absolutas de Felipe III y IV, presa del ocio y de la ignorancia.
Mostrando sus pies heridos por la
sífilis es atendido cada día en el sanatorio. Allí se crea una realidad virtual
con sus sueños en la que un sinfín de personajes aparecen como son: el Diablo,
cardenal, el propio duque de Osuna, Aminta, la prosperidad, la envidia, la
muerte, Judas, el mundo, la carne, el desengaño, el dinero. Se entremezclan
entre los sueños de esta mente cansada y enferma con el devenir de los años.
El 8 de septiembre de 1645 hacen
preso a Quevedo en Villanueva de los Infantes por su amigo el duque de Osuna,
sus últimos días transcurren en esa celda donde recuerda que lo que realmente
debe tener un hombre es nobleza, honra y valentía, aunque muchas veces la
vanidad llegue a llevarte por los caminos del infierno.
Una puesta en escena compleja en
cuanto al entendimiento del texto pero muy bien desarrollada por el elenco de
actores completado con Óscar de la Fuente, Markos Marín, Antonia Paso, Lucía
Quintana, Marta Rivera, Chema Ruiz, Ferrán Vilajosana, Eugenio Villota y Abel
Vitón. Y magnífica dirección de Gerardo Vera en la versión de José Luis
Collado.
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