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15 julio 2017

‘Las mujeres sabias’ de Molierè siguen estando en boga

LOS PEDANTES NO GUSTAN NI EN EL SIGLO XVII NI EN EL XXI

Tras varios siglos de diferencia, lo que está claro, es la manera de pensar que un individuo tiene con respecto a lo que está bien o está mal. Ya puede ser en el pasado, como en el presente, e incluso en el futuro seguirá estando mal. La pedantería es un defecto capital por el cual la sociedad critica y desenmascara a ese tipo de personas. En este caso Molierè escribió ‘Las mujeres sabias’ para ridiculizar a esas personas que se creen por encima de los demás sin tener idea.

La sátira que escribió Molierè en 1672 está muy en boga, ya que hoy día la hipocresía es algo que reina por doquier en la sociedad actual. Por ello, en esta comedia se intenta ridiculizar a esa sociedad que con afán de aprender, se dejaba llevar por los literatos pretenciosos. En este caso, Pedrojete, que con su oratoria tiene obnubilada a Filaminta, que no ve más allá que en su afán por saber más que nadie y presumir de ello.

Tan sólo dos actores dan vida a los ocho personajes que se desarrollan sobre las tablas del Patio de Fúcares. Enric Cambray y Ricard Farré combinan un vestuario sencillo para caracterizar a cada uno de sus personajes, conquistando con su buena interpretación a los presentes en la calurosa noche almagreña. Enriqueta, Belisa, Crisal, Pedrojete son encarnados por Enric Cambray. Por su parte, Ricard Farré hace de Amanda, Clitandro, Martina y Filaminta. Ambos consiguen un juego interpretativo que rompe las convenciones arrancando la carcajada.

Comedia divertida que engancha al espectador desde que el telón se abre, incluso los hacen partícipes de ese juego de palabras que Pedrojete ha inventado. Con ello quiere demostrar con tan solo cinco columnas, divididas cada una de ellas en diez partes, se logra hacer una combinación perfecta eligiendo números aleatorios del uno al diez. Una vez elegidos los números se forma la frase para dar la explicación a un tema que ha propuesto un espectador. Lo mismo pasa con el papel de notario, que es un señor del público quien redacta la carta en la que quieren casar a Enriqueta sus padres, aunque más bien es la madre quien lo pretende.


La sátira va más allá de la pedantería, puesto que el amor puro es el que triunfa al final, ya que Enriqueta y Clitandro están enamorados. El padre accede a casarla con él y se compromete, pero su madre tiene otros planes, casarla con su admirado Pedrojete. Sin embargo, la sabiduría de la criada, que ingenia escribir unas cartas falsas a sus señores, a pesar de que la habían despedido, es la que logra desenmascarar los intereses del pedante, que cuando ve que no puede conseguir nada a cambio, desaparece, sin embargo, el que verdaderamente se casa por amor, es el que se ofrece a casarse con su amada.