Nada más lejos de un descanso como tal. Al contrario, fue un trabajo
arduo el que realizó Juanma Cifuentes en su última función en el Aurea. Con el
texto de la obra de Vicente Espinel fueron cinco los descansos que eligió para
interpretar sobre las tablas de la Antigua Universidad. Un monólogo en el que encarnaba
a varios personajes durante su viaje a lo largo de su vida. Con un reducido
número de espectadores recitó, bailó y cantó Cifuentes.
Juanma Cifuentes encarnó a Marcos
de Obregón durante tres días en la Antigua Universidad Renacentista. En su
última función, volvió a demostrar su calidad en las tablas para afrontar un
monólogo en el que varios personajes acompañan al escudero en sus aventuras. Es
la vida del propio Espinel la que recrea Marcos de Obregón, sin olvidar sus
raíces rondeñas. Aunque durante su andanza no anda solo, está acompañado por la
música de Juan Carlos de Muelder.
Amparo Pascual dirige esta obra
que se estrenó en la 41º edición del Festival de Almagro, rescatando uno de los
textos poco representados del Siglo de Oro. Una apuesta en la que la
escenografía no es lo más importante, ya que tan sólo la componen un sillón, un
taburete, una mesa (en la que se sube Cifuentes y de la que hace una propia
broma con su físico para arrancar la sonrisa del espectador), un mantel, un
atril, un farol, un barco y un bastón. Todos ellos elementos que va
introduciendo en escena Marcos de Obregón a lo largo de su periplo por los
distintos lugares a los que viaje.
La música de Muelder marcaba los
cambios de capítulos o como los llamaba Espinel “descansos”. En los tres
primeros fue narrando su periplo desde que llegó a la casa del doctor Sagredo
donde era un escudero, después viajó a Salamanca a estudiar, no conforme con
ello continuo como caminante. En el cuarto ya se hace navegante y es allí donde
su voz acompaña los sones de la guitarra barroca. Aquí pasó de esclavo a
soldado y por último, en el que su voz acompañaba a su danza volvió a
reencontrarse con su primer dueño. El destino que muchas veces aunque intentes
huir y cambiar de aires siempre vuelve.
La empatía con los espectadores
hizo que más de un chiste metiera en la obra, como por ejemplo: “al final me
como una mosca” y con eso continuo su viaje a Salamanca con la mosca
introducida en el texto. Siempre hay licencias que se permiten los actores para
acompañar su interpretación. En esta ocasión, venía a cuento puesto que eran
muchas las moscas que sobrevolaban el escenario del Aurea como si buscaran su
protagonismo, que al final lograron.
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