Los extremos nunca son buenos.
No vale, ni el mucho de ayer, ni el poco de hoy. Hay que seguir un criterio e
ir en la misma línea. Por qué ayer se concedieron dos orejas, a la par, sin
transcurrir mucho tiempo de una a otra, y hoy se le ha denegado un justo trofeo
a Andy Cartagena. ¿Con qué vara mide usted, señor presidente? ¿Cuál es el
listón que se fija en cada corrida?
Comenzaba la tarde con retraso,
en lugar de iniciarse el paseíllo a las siete y media, lo hacía diez minutos
más tarde.
Abría cartel Andy Cartagena que
se topó con el mejor astado de todo el encierro. Lástima que fallara con el
rejón de castigo y el triunfo se le esfumara. Muy predispuesto llegó Cartagena
a Ciudad Real, con ganas de darlo todo, de dejar en la retina de los
aficionados el toreo que siente con sus caballos. Un toreo que cala enseguida
en el tendido, puesto que tiene ese don natural de llegar. De arrancar la
ovación cuando sabe que ha clavado un buen rejón de castigo o unas buenas
banderillas. Arriesgando y entregándose. Así pasó en su primer ejemplar.
Destacando los pares al quiebro, donde citó en las distancias cortas. La pena
el rejón de muerte que no terminaba de entrar, con tantas banderillas que
llevaba el de Pallares en los lomos. El público agradeció su labor
ovacionándolo. El toro fue aplaudido en el arrastre.
El cuarto, con el hierro de
Benítez Cubero, tuvo que ser devuelto a los chiqueros tras el rejón de castigo,
puesto que se quedó sin fuelle. Incomprensible también la tardanza de la
presidencia en sacar el pañuelo verde, cuando lo que estaba en el ruedo era un
toro inválido. Con el cuarto bis, del hierro de Pallares, Cartagena se tuvo que
inventar la faena, hacer el esfuerzo de arrancarle las embestidas al toro,
puesto que a pesar de salir con mucho gas, enseguida lo perdió. Andy Cartagena
se acercó hasta la banda para pedir el pasodoble Paquito el Chocolatero y animar,
de un modo, su actuación, acercarse a los sones de la música para arrancar al
toro y así clavar las banderillas. Una faena que entusiasmó al respetable, pero
parece ser que al señor presidente no le cuajó. Puesto que tras el rejón de
muerte un poco trasero, se negó a conceder el segundo trofeo tan demandado por
la afición. Una afición volcada en todo momento con el rejoneador, por el
espectáculo que ofreció y el esfuerzo realizado. Incomprensible la actitud del
usía, ya que si intenta ser estricto en unas cosas, en otras también lo debe
ser. Por ejemplo, en cumplir el reglamento adecuadamente, ya que mucho de los
astados se fueron al desolladero con más de seis pares de banderillas. Aparte
de los permisos que brillaron por su ausencia en algunos pares de banderillas
cortas y en la rosa. Con razón se llevó la bronca correspondiente. Una
monumental bronca al arrastre del toro, otra al final de las dos vueltas al
ruedo que dio Cartagena, y otra al finalizar la corrida. Tres broncas
innecesarias, desde mi punto de vista y que afean la Fiesta. Cartagena no quiso
recoger la oreja concedida y dio una vuelta al ruedo con su caballo y otra a
pie.
El caballero Diego Ventura fue
el triunfador numérico del festejo. Al igual que lo fue del toreo a caballo.
Dio verdaderos muletazos delante de la cara del toro con sus equinos. Al quiebro
puso la gran mayoría de banderillas en su primero, clavando al estribo.
Aguantando mucho al toro, en una ocasión se le arrancó antes de lo esperado,
sabiendo resolver la papeleta a la perfección. Dos orejas tras una brillante
actuación.
Con su segundo volvió a templar
al toro, con una elegancia y una clase. Arriesgando mucho con sus caballos,
puesto que sabe con el material que trabaja. Unos caballos que pegan verdaderos
muletazos delante de la cara del toro, les aguantan mucho y cuando el astado se
acerca, le dan un quiebro que permite a Diego Ventura dejar un par en todo lo
alto. Uno y todos los que puso. Muy trasero dejó el rejón de muerte, tan sólo
paseó una oreja.
Miguel Ángel Martín volvía al
coso capitalino, y en su feria grande, después de varios años de ausencia. Lo
hacía con gran aceptación en el tendido, y puesto que sabía de la gran
responsabilidad que tenía, por un lado torear con dos grandes y por otro en la
plaza que tanto ha soñado volver, no podía perder la oportunidad. Y no la perdió,
estuvo a la altura de la misma. Tal vez al principio le pesó la presión, puesto
que se le notó el nerviosismo mezclado con la ilusión, pero en el que cerraba
plaza supo templar los nervios y dejar una bella actuación, también estaba a
lomos de su caballo estrella, Lagartijo, que templa como nadie a los toros, y
los torea con gran clase.
Una oreja paseó Martín en su
primero, un toro parado de salida, que despertó tras clavarle el rejón de
castigo. No faltaron los pares a dos manos y al violín que le costaron por las
dificultades que presentó el de Pallares al quedarse pronto parado.
En el que cerraba plaza se vio a
un Miguel Ángel Martín más confiado y relajado, más entusiasmado y con ganas de
salir por la puerta grande. Por ello a lomos de Lagartijo dejó lo mejor de su
actuación. Oreja al esportón y puerta grande.
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