La Compañía Nacional de Danza
ofreció un espectáculo lleno de magnetismo que atrajo a los espectadores del
AUREA. No hacía falta entender de danza para sentir y vibrar con lo que se
desarrollaba encima del escenario. Don Quijote Suite ofreció la versión más
seria del espectáculo, mientras Minus 16 fue la expresión hecha movimiento.
En realidad, no hacía falta ser
un experto en danza clásica, para poder disfrutar de las dos funciones que nos
ofreció la Compañía Nacional de Danza, dirigida por José Carlos Martínez. Era
pura expresión lo que se vio sobre las tablas de la Antigua Universidad
Renacentista. Un espectáculo que atraía con cada danza, en cada acto y sobre
todo, en la colaboración del público que presto se dispuso a participar en la
invitación que le brindaban los bailarines. Un espectáculo de goce y disfrute
que te envuelve de tal manera que las palmas y los pies se mueven al son de la
música en Minus 16.
Con motivo del 400 aniversario de
la muerte de Cervantes la Compañía Nacional de Danza no le podía rendir mejor
homenaje que representar una parte del segundo volumen de El Quijote como son
las bodas de Camacho. La coreografía es de José Carlos Martínez que se inspiró
en las versiones de Marius Petipa y Alexander Gorski para su Don Quijote Suite.
La acción se centra en los amores tumultuosos de Quiteria y Basilio dejando a
un lado al propio Don Quijote y Sancho.
Por su parte, en Minus 16 se
vivió una representación muy novedosa que impactó por su propia excentricidad.
En esta ocasión la coreografía corrió a cargo de Ohad Naharin. Impredecible fue
cuando los bailarines salieron a por la gente del público, que gustosa les
acompañó, imitando sus bailes y disfrutando de esa parte de la función.
Un buen trabajo realizado tanto
por el director, coreógrafos y bailarines. Una sensación muy especial ver un
clásico interpretado al son de la música. A Cervantes seguro que le hubiera
emocionado, y mucho más en una fecha tan especial
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