Con una apuesta un tanto peculiar Producciones Esquivas estrenaron “No
hay burlas con el Amor” en el Teatro Municipal. Muñecos divertidos
caracterizados como los protagonistas de la novela de Calderón que eran
dirigidos por cuatro de los actores. El único que estaba exento de la
caracterización de su personaje era Moscatel, el gracioso de la obra según el
dramaturgo del Siglo de Oro.
El amor, quién es capaz de jugar
con él o burlarse. Por mucho que se intente, nunca se vence algo tan fuerte que
nace de dentro. Es imposible derribarlo por muchas barreras que se interponga.
Eso es lo que intenta decir Calderón, si realmente somos dueños de quién nos
enamoradas. En esta comedia tan divertida, el amor no es burlado, el amor es
correspondido y todos acaban consiguiendo su objetivo.
La trama comienza en casa de Don
Alonso de Luna cuando su amigo Don Juan de Mendoza acude a pedirle ayuda puesto
que está enamorado de Doña Leonor de Enríquez, claro que con el pensamiento que
existía en aquella época, el honor de una hija era lo primero para un padre y
sobre todo, quien debía casarte antes era la primogénita. Por ello Don Juan le
pide a Don Alonso que enamore a Doña Beatriz de Enríquez. Si ya de por sí en la
obra se ve el humor de Calderón si además se adereza con unos muñecos muy
característicos y peculiares, la risa y la atención están garantizadas. Máxime
cuando aparece en acción un personaje tan serio como es Don Pedro Enríquez con
ese cuello que parece un acordeón cuando lo estira en sus inmensos cabreos. Y
el acento de Inés o el simpático Moscatel. Todos ellos crean una puesta en
escena con un ritmo muy ágil y fácil de seguir con tanto enredo amoroso en el
que al final Don Juan consigue a Doña Leonor, Don Alonso a Doña Beatriz y
Moscatel a Inés.
Riqueza visual en cuanto a los
decorados y los muñecos, que hacen atractivo el conjunto de la obra. Una
escenografía de Javier Mateo en el cual según la casa en la que estén muestra
un salón muy hogareño en la de Don Alonso, con dos retratos suyos, interesantes
y curiosos si se fijan puesto que recuerdan a pinturas de artistas El Greco con
su famoso “Manco de Lepanto” o Caravaggio con “Baco”. Mientras que la casa de
la familia Enríquez es más sencilla y con una alacena que le sirve para
esconderse a Don Alonso y Moscatel en una ocasión. Y si curiosos y bonitos son
estos decorados, la calle por la que pasean Don Luis y Don Diego es típica de
la época, empedrada y con fachadas regias.
El vestuario va acorde con el de
los muñecos para no desentonar. Muñecos que son guiados por las manos de los
actores que gesticulan la boca con una, mientras que con la otra es utilizada
como parte del cuerpo del propio muñeco. Muy bien sincronizado. Cada uno de los
actores tiene doble personaje que a veces salen enfrentados en una misma escena,
diferenciando las voces con una dicción perfecta. Antonio Ponce encarna a Don
Alonso de Luna y a Inés, la criada de las Enríquez. Por su parte, Enrique
Meléndez es Don Juan de Mendoza y Don Pedro Enríquez. Doña Leonor es Claudia
Salas y Doña Beatriz es Susana Martíns. Las chicas también hacen de Don Luis y
Don Diego respectivamente. El único personaje que es de carne y hueso es
Moscatel interpretado por un dinámico Alberto Arcos.
Para que todo este conjunto visual
se dé hay un responsable que no es otro que el director. Juan Polanco ha hecho
un trabajo encomiable junto al elenco de actores y los muñecos de Mónica
Florensa. Sin olvidar a Karmele Aranburu en la dirección del verso. La música
de Jaume Carresas. Un estreno en el que han dado el do de pecho.
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